Hoy quiero compartirles un capítulo reciente de mi vida. Hace un mes estuve de viaje, un viaje planeado desde hace casi un año con amigos de toda la vida, mi hija y las hijas y yerno de una pareja amiga,
Ya casi concluido todo el proceso, se me presentó un problema que me impedía con frecuencia caminar, Decidí no ir y así se los hice saber, mi mayor preocupación era dañar la dinámica del viaje
No me lo permitieron, y por el contrario me instaron a ir, no les quiero decir los argumentos que usaron, porque hubo de todo, todavía recuerdo uno de ellos y muero de risa. Pues sin remedio, con miedo y muchas dudas de si lo debía hacer, emprendí el viaje con ellos. No fue fácil físicamente, porque mi movilidad estaba dañada, pero no hubo barreras que entre todo el grupo no sortearan para que yo no me perdiera lugar alguno. Caminos difíciles, estrechos, con pendientes bien inclinadas, de tierra, de piedra, madera, hubo de todo, pero en silla de ruedas me transportaron a todos los lugares. He de decir que fue mínimo a o que no accedí. Todos con empatía, con cariño, haciéndome de lo que yo había contemplado tan difícil y penoso, algo hasta divertido. Nunca creí que llegara a reír a carcajadas por las situaciones que enfrentábamos con la silla de ruedas. Haber podido estar frente a la Acrópolis en Atenas y en la casa de la Virgen María en Éfeso con elllos me emocionó hasta las lágrimas,
Fue un viaje maravilloso, elegido en parte para que yo pudiera, como lo pude hacer, participar de todo. Lugares enigmáticos, cuya influencia en la historia de la humanidad reviste tanta importancia.
Por otro lado un crucero, donde se dio la convivencia del grupo, en el que jóvenes y nosotros los adultos mayores, compartimos con risas, charlas, y un excelente humor, sobre todo, con cariño añejo que nos ha permitido conservar por más de 5 décadas nuestra gran amistad.
Por otro lado un crucero, donde se dio la convivencia del grupo, en el que jóvenes y nosotros los adultos mayores, compartimos con risas, charlas, y un excelente humor, sobre todo, con cariño añejo que nos ha permitido conservar por más de 5 décadas nuestra gran amistad.
Agradecida con Dios, con la vida, con este grupo con el que se hizo posible este ansiado viaje. Gracias, por impedir que desistiera de hacerlo, por su apoyo, por su cariño, por su paciencia, por su solidaridad. Son joyas que la vida me ha dado, y no me voy a preguntar si las merezco o no, pero las valoro y he cuidado manteniéndolas en el lugar más seguro, donde no las dañe ni el tiempo, ni la distancia, ni los malentendidos, ni la soberbia o la apatía, siempre en mi corazón al cobijo de un amor fraterno de toda una vida.