domingo, 8 de enero de 2012

PÁJAROS PROHIBIDOS por Eduardo Galeano


Libertad
 Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.
 Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.
 Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:
 - ¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?
 La niña lo hace callar:
 - Ssshhhh.
 Y en secreto le explica:
 - Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.


EXHORTACIÓN PARA LA PAZ con Alejandro Arizpe desde Piedras Negras.

Podría calificarse como un "motivador siempre en acción": Alejandro Arizpe nos invita desde Piedras Negras a desperezarnos, extender los brazos y compartir un poco de nuestra persona.
Por cierto, desde aquí lo felicitamos por sus recientes logros académicos.

REFLEXIÓN DE SALVADOR DELGADILLO CORNEJO SDB en torno al Aborto


Debo confesar que esta imagen me ha impresionado realmente. Vemos, a la izquierda, una mujer de rodillas y llorando; la cabeza inclinada hacia adelante: la sostiene sus manos. Refleja un dolor profundo, muy hondo. Es una escultura de piedra. Delante observamos la figura de un niño -podría ser niña- elaborada en cambio en vidrio, en una especie de cristal transparente. Este niño está de pie, como alzándose del suelo y con su mano izquierda tocando delicadamente la cabeza de la mujer de piedra.

Difícil poder expresar mejor el profundo arrepentimiento de una madre que ha abortado. Lo ha logrado Martin Hudáčeka, un joven escultor de Banska Bystrica (Eslovaquia). La idea surgió de un grupo de mujeres jóvenes, convencidas del valor de la vida y de las funestas consecuencias que todo aborto conlleva en el cuerpo y en el espíritu de la infeliz madre.

El monumento al “Niño no nacido” fue inaugurado el 28 de octubre 2011 por el Ministro de Salud de Eslovaquia MD. Ivan Uhliarik. Por si sirve el dato, Eslovaquia es uno de los países que al salir del comunismo ha visto reducirse su número de abortos: de 58.000 en 1988 a 19.000 en 2006. Hay que decir que también ha descendido el número de nacimientos anuales: de 83.000 a 53.000 en estos mismos años. Su legislación permite el aborto prácticamente libre hasta las 12 semanas, y es permitido a jóvenes de 16 y 17 años con permiso de sus padres. Afortunadamente el país de mayoría católica (un 70% de sus 5,4 millones de habitantes), cuenta con muchos servicios sanitarios que pertenecen a la Iglesia y en donde la mayoría de los ginecólogos se niegan a cometer abortos.

El artista ha logrado plasmar un maravilloso equilibrio entre dolor y amor; entre la agonía de la madre y el consuelo del niño; entre el arrepentimiento de ella y el perdón de él. La imagen deja en el corazón una profunda ternura hacia la madre y su hijo. Pero ¿por qué el autor quiso emplear el vidrio en el caso del niño? Tal vez para evocar el alma pura y transparente del niño no nacido que parece decirle: «Mamá, no llores más. Mírame, aquí estoy. Desde el cielo podré amarte y hacer por ti todo lo que no pude en la tierra».

Esta obra de arte transmite un mensaje claro: El abominable pecado del aborto además de matar a una criatura inocente, hiere en lo más hondo de su ser y de su dignidad a la mujer. Si el hombre -como nos recordaba tantas veces el beato Juan Pablo II- sólo se realiza en la donación de sí mismo, añadimos que en la mujer este amor es ante todo materno. Su vocación a la maternidad, tanto física como espiritual, forma parte de ella misma.

Un último detalle. Cuando mostré la foto de esta imagen a una mujer y le pedí sus observaciones, al final, para sorpresa mía, me formuló este interrogante: «¿Y dónde está el padre?»

LA PESTE DEL CELULAR

Acabo de leer en internet que a la entrada de algunos restaurantes europeos les decomisan a los clientes sus teléfonos celulares. Según la nota, se trata de una corriente de personas que busca recobrar el placer de comer, beber y conversar sin que los ring tones interrumpan, ni los comensales den vueltas como gatos entre las mesas mientras hablan a gritos. La noticia me produjo envidia de la buena. Personalmente, ya no recuerdo lo que es sostener una conversación de corrido, larga y profunda, bebiendo café o chocolate, sin que mi interlocutor me deje con la palabra en la boca, porque suena su celular. 
En ocasiones es peor. Hace poco estaba en una reunión de trabajo que simplemente se disolvió porque tres de las cinco personas que estábamos en la mesa empezaron a atender sus llamadas urgentes por celular. Era un caos indescriptible de conversaciones al mismo tiempo. 

Gracias al celular, la conversación se está convirtiendo en un esbozo telegráfico que no llega a ningún lado. El teléfono se ha convertido en un verdadero intruso. Cada vez es peor. Antes, la gente solía buscar un rincón para hablar. Ahora se ha perdido el pudor.Todo el mundo grita por su móvil, desde el lugar mismo en que se encuentra. 

La batalla, por ejemplo, contra los conductores que manejan con una mano,
 mientras la otra, además de sus ojos y su cerebro se concentran en contestar el celular, parece perdida. Aunque la gente piensa que puede hablar o escribir al tiempo que se conduce, hay que estar en un accidente causado por un adicto al teléfono para darse cuenta de que no es así.

No niego las virtudes de la comunicación por celular.La velocidad, el don de la ubicuidad que produce y por supuesto, la integración que ha propiciado para muchos sectores antes al margen de la telefonía. Pero me preocupa que mientras más nos comunicamos en la distancia, menos nos hablamos cuando estamos cerca.

Me impresiona la dependencia que tenemos del teléfono.Preferimos perder la cédula profesional que el móvil, pues con frecuencia, la tarjeta sim funciona más que nuestra propia memoria. El celular más que un instrumento, parece una extensión del cuerpo, y casi nadie puede resistir la sensación de abandono y soledad cuando pasan las horas y éste no suena. Por eso quizá algunos nunca lo apagan. ¡Ni en el cine! He visto a más de uno contestar en voz baja para decir: "Estoy en cine, ahora te llamo". 

Es algo que por más que intento, no puedo entender. También puedo percibir la sensación de desamparo que se produce en muchas personas cuando las azafatas dicen en el avión que está a punto de despegar que es hora de apagar los celulares. También he sido testigo de la inquietud que se desata cuando suena uno de los timbres más populares y todos en acto reflejo nos llevamos la mano al bolsillo o la cartera, buscando el propio aparato.

Pero de todos, la  Blackberry merece capítulo aparte. Enajenados y autistas. Así he visto a muchos de mis colegas, absortos en el chat de este nuevo invento. La escena suele repetirse. 

La  Blackberry en el escritorio. Un pitido que anuncia la llegada de un mensaje, y el personaje que tengo en frente se lanza sobre el teléfono. Casi nunca pueden abstenerse de contestar de inmediato. Lo veo teclear un rato, masajear la bolita, y sonreír; luego mirarme y decir: "¿En qué íbamos?". Pero ya la conversación se ha ido al traste. No conozco a nadie que tenga Blackberry y no sea adicto a ésta.
Alguien me decía que antes, en las mañanas al levantarse, su primer instinto era tomarse un buen café. Ahora su primer acto cotidiano es tomar su aparato y responder al instante todos sus mensajes. Es la tiranía de lo instantáneo, de lo simultáneo, de lo disperso, de la sobredosis de información y de la conexión con un mundo virtual que terminará acabando con el otrora delicioso placer de conversar con el otro, frente a frente. 

ANÓNIMO (Me llegó como tal vía correo electrónico) 


domingo, 1 de enero de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

INICIO DE CAMINO
Estoy frente a un camino que hoy inicia; es mía la posibilidad de hacer algo significativo en este tiempo que se avizora mío, aunque en realidad no he de saberlo propio hasta cuando vaya cumpliéndose palmo a palmo.
   Dejo atrás las horas pasadas, los yerros, mis grandes omisiones, para estrenar un capítulo inédito que empieza a escribirse con el primer aliento de esta mañana. Tomo entre mis manos una pluma recién cargada con tinta nueva, para comenzar a escribir sobre la blanca página que aguarda mansa el pulso de mi mano.
   Hoy sacudo mis pies de polvos del ayer; los dolores que rozaron mi piel quedan atrás, no habrán de incubarse en mi pecho, pues  restarían lugar para la necesaria alegría. 
   Soy indulgente con mis fallas del pasado, poco hay qué  hacer por ellas ahora; imposible volver el tiempo para vivir de nueva cuenta aquellas situaciones con una actitud distinta.   Prefiero tomar de esos tropiezos la experiencia, propuesta a emprender las cosas de otra manera.
   Eso sí, obligadamente vuelvo la vista atrás para contar las múltiples bendiciones que tuve a lo largo del camino, y  medir de una vez por todas cuan grande es mi fortuna.  Hoy   estoy convencida de que las mayores riquezas no las compra  dinero alguno, sino que están  agazapadas, esperando por nosotros.  Doy gracias al cielo por los sentidos que me permiten hacerlas mías.
    He tenido a mi lado incondicionales almas buenas que  hacen que mi andar sea llevadero; manos que han estado allí para  apoyar en  los ratos de dificultad, y que me han  enseñado desde su amoroso silencio   a hablar con Dios.
   No ha habido dificultad insalvable, aún cuando  algunas veces el panorama lucía sombrío.  La providencia divina ha puesto a mi alcance lo necesario para sortear  los problemas y seguir adelante.
   A lo largo de la existencia  se nos permite  ir viviendo un proceso que nos  pone en contacto con nuestro yo interior, y desde allí con  Dios mismo.  Doy gracias a la vida por cada oportunidad que tuve a lo largo del año que concluye, por entender un poquito más este proceso, sobre todo durante  las horas de dolor en las que comprendí lo pequeña que es la condición humana frente al absoluto cósmico que nos contiene.
   Hoy cuando empiezo un tiempo nuevo me propongo aquilatar cada minuto, cada hora, como un espacio de crecimiento personal.  No quiero dejar escapar un solo día sin haber  escrito un capítulo especial de mi propia historia. 
   Cada individuo es una arenilla en la inmensidad de los tiempos, pero ello no obsta para proponerse ser  la mejor arenilla que jamás pudo haber sido.
   Deseo mantener los sentidos abiertos  y así  recordarme que  estar  viva es motivo de gozo, y ya que la vida no es para siempre, disfrutarla mientras se posee.
   Deseo atrapar la inmensa alegría de los niños pequeños, y luego   esparcirla de manera abundante sobre trescientos sesenta y cinco días del año, para no dejar en ninguno de ellos de hallar motivos para reír.
   Que me acompañe la música de la naturaleza cada mañana, y que me cobije el dulce manto  de un  firmamento estrellado cada noche.
   Deseo para este año que inicia que detrás de la dificultad visualice el reto que llama a poner toda la voluntad en la conquista.  Pido al cielo que me permita sellar cada herida del camino con un dulce beso de mis hijos.
   Que los hermanos sigan caminando a mi lado como hasta ahora, siendo cayado y comparsa que aligera la marcha, y que los amigos sean esa fuerza que mantiene la mirada puesta siempre más allá.
   Que la memoria de aquéllos que se han adelantado en el camino me impulse a poner ese gramo extra de voluntad cuando parece que las cosas han llegado a su límite.   Que el recuerdo de  sus ojos llenos de sonrisas  me permita mantener la mirada en alto.
   Sea este tiempo de renovación, de reacomodo, de volver a empezar.   Meses de probar nuevas cosas, y reafirmar aquéllas que no han de cambiar pues pertenecen al corazón.  
   Pido a Dios que me conceda dificultades lo suficientemente grandes para fortalecerme, pero no tanto que me lleven al abatimiento.
   Que los problemas que me rodean sean un estímulo para la creatividad, para nuevas propuestas de beneficio colectivo, y que entonces, lejos de enquistarme en mis cosas,   salga a buscar soluciones que incluyan a otros, para de este modo cultivar la esperanza que tanta falta nos hace a todos.
   Hoy, en este preciso día, cuando la vida me  presenta una nueva y fresca oportunidad, quiero tomarla, no dejarla escapar, recibirla como un recurso único en el largo  proceso de ser persona, mismo que  sólo termina con el último hálito de vida.

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Año Nuevo
Con la novedad de que hoy también salió el sol por el oriente.
Amanecimos con la misma experiencia, con la misma inteligencia del año pasado.
En la misma casa, con la misma familia, en el mismo empleo.
Como quiera, el cambio de calendario nos incita a esperar cosas nuevas.
A cambiar hábitos, a trabajar con más ahínco, a vivir con más sabiduría.
Es el año de aprender otro idioma, de viajar hasta donde podamos.
Tiempo para hacer sentir nuestra mano sobre el barrio, sobre la sociedad.
Oportunidad preciosa para un noble proyecto: Ser mejores personas.
jvillega@rocketmail.com

RACISMO EN MÉXICO: Investigación de la CONAPRED