domingo, 1 de enero de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

INICIO DE CAMINO
Estoy frente a un camino que hoy inicia; es mía la posibilidad de hacer algo significativo en este tiempo que se avizora mío, aunque en realidad no he de saberlo propio hasta cuando vaya cumpliéndose palmo a palmo.
   Dejo atrás las horas pasadas, los yerros, mis grandes omisiones, para estrenar un capítulo inédito que empieza a escribirse con el primer aliento de esta mañana. Tomo entre mis manos una pluma recién cargada con tinta nueva, para comenzar a escribir sobre la blanca página que aguarda mansa el pulso de mi mano.
   Hoy sacudo mis pies de polvos del ayer; los dolores que rozaron mi piel quedan atrás, no habrán de incubarse en mi pecho, pues  restarían lugar para la necesaria alegría. 
   Soy indulgente con mis fallas del pasado, poco hay qué  hacer por ellas ahora; imposible volver el tiempo para vivir de nueva cuenta aquellas situaciones con una actitud distinta.   Prefiero tomar de esos tropiezos la experiencia, propuesta a emprender las cosas de otra manera.
   Eso sí, obligadamente vuelvo la vista atrás para contar las múltiples bendiciones que tuve a lo largo del camino, y  medir de una vez por todas cuan grande es mi fortuna.  Hoy   estoy convencida de que las mayores riquezas no las compra  dinero alguno, sino que están  agazapadas, esperando por nosotros.  Doy gracias al cielo por los sentidos que me permiten hacerlas mías.
    He tenido a mi lado incondicionales almas buenas que  hacen que mi andar sea llevadero; manos que han estado allí para  apoyar en  los ratos de dificultad, y que me han  enseñado desde su amoroso silencio   a hablar con Dios.
   No ha habido dificultad insalvable, aún cuando  algunas veces el panorama lucía sombrío.  La providencia divina ha puesto a mi alcance lo necesario para sortear  los problemas y seguir adelante.
   A lo largo de la existencia  se nos permite  ir viviendo un proceso que nos  pone en contacto con nuestro yo interior, y desde allí con  Dios mismo.  Doy gracias a la vida por cada oportunidad que tuve a lo largo del año que concluye, por entender un poquito más este proceso, sobre todo durante  las horas de dolor en las que comprendí lo pequeña que es la condición humana frente al absoluto cósmico que nos contiene.
   Hoy cuando empiezo un tiempo nuevo me propongo aquilatar cada minuto, cada hora, como un espacio de crecimiento personal.  No quiero dejar escapar un solo día sin haber  escrito un capítulo especial de mi propia historia. 
   Cada individuo es una arenilla en la inmensidad de los tiempos, pero ello no obsta para proponerse ser  la mejor arenilla que jamás pudo haber sido.
   Deseo mantener los sentidos abiertos  y así  recordarme que  estar  viva es motivo de gozo, y ya que la vida no es para siempre, disfrutarla mientras se posee.
   Deseo atrapar la inmensa alegría de los niños pequeños, y luego   esparcirla de manera abundante sobre trescientos sesenta y cinco días del año, para no dejar en ninguno de ellos de hallar motivos para reír.
   Que me acompañe la música de la naturaleza cada mañana, y que me cobije el dulce manto  de un  firmamento estrellado cada noche.
   Deseo para este año que inicia que detrás de la dificultad visualice el reto que llama a poner toda la voluntad en la conquista.  Pido al cielo que me permita sellar cada herida del camino con un dulce beso de mis hijos.
   Que los hermanos sigan caminando a mi lado como hasta ahora, siendo cayado y comparsa que aligera la marcha, y que los amigos sean esa fuerza que mantiene la mirada puesta siempre más allá.
   Que la memoria de aquéllos que se han adelantado en el camino me impulse a poner ese gramo extra de voluntad cuando parece que las cosas han llegado a su límite.   Que el recuerdo de  sus ojos llenos de sonrisas  me permita mantener la mirada en alto.
   Sea este tiempo de renovación, de reacomodo, de volver a empezar.   Meses de probar nuevas cosas, y reafirmar aquéllas que no han de cambiar pues pertenecen al corazón.  
   Pido a Dios que me conceda dificultades lo suficientemente grandes para fortalecerme, pero no tanto que me lleven al abatimiento.
   Que los problemas que me rodean sean un estímulo para la creatividad, para nuevas propuestas de beneficio colectivo, y que entonces, lejos de enquistarme en mis cosas,   salga a buscar soluciones que incluyan a otros, para de este modo cultivar la esperanza que tanta falta nos hace a todos.
   Hoy, en este preciso día, cuando la vida me  presenta una nueva y fresca oportunidad, quiero tomarla, no dejarla escapar, recibirla como un recurso único en el largo  proceso de ser persona, mismo que  sólo termina con el último hálito de vida.

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