domingo, 3 de julio de 2011

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


 PACTO DE HONOR
En el tercer libro de la trilogía intitulada: “La otra historia de México” Armando Fuentes Aguirre exalta la honorabilidad de los cadetes del Heroico Colegio Militar mediante una anécdota:   A la caída de Querétaro Severo Del Castillo, jefe del Estado Mayor de Maximiliano fue hecho prisionero de los juaristas.  La noche previa a la fecha en que sería  fusilado,  consideró necesario hacer  traer al sacerdote y al abogado  para dar cumplimiento a sus últimas disposiciones.  Para solicitarlo   llamó  al  Coronel Carlos Fuero, hijo de  un compañero militar de Don Severo;  joven cadete  que a la vuelta del tiempo  alcanzaría el grado de General Brigadier, y  pasaría a ocupar diversos cargos políticos y militares, entre otros la gubernatura de Coahuila.      Al ser informado de las intenciones del condenado a muerte, y atendiendo a la amistad que guardaba con él  su señor  padre, el joven coronel abre las puertas de la mazmorra  dejando al prisionero en libertad  para que vaya a atender sus asuntos,   quedándose él  recluido en su lugar, en el entendido de que  si  Don Severo no regresaba, lo fusilarían  entonces a él.
  El prisionero  retornó  al alba como había prometido, cumpliendo la palabra que  dejara en prenda, y la historia da un viraje afortunado para Del Castillo, quien finalmente  se hace acreedor al perdón de Juárez.
   Este relato se antoja sacado de  una novela romántica, y de  entrada parece  poco probable para cualquiera de nosotros  creer que  en realidad  haya ocurrido.   Hoy en día cuando la palabra es profusa pero  tantas veces carente de sentido;  que  para fines prácticos vale sólo por escrito, y que aún así es de muchas maneras vulnerada y torcida para significar lo que inicialmente no decía.   Ejemplos varios tenemos   en las rupturas matrimoniales, en las relaciones laborales,  en la función pública.   Y claro, abunda en múltiples transacciones de bienes y servicios en las cuales “la letra chiquita” lleva connotaciones que de primera instancia no se leen, o bien la ambigüedad de los términos del texto  se presta para distorsionar significados.  
   En  intercambios comerciales la palabra es herramienta del sagaz vendedor que  llega a sorprender a la otra parte entregándole algo  distinto a lo que ofreció  de entrada. O bien,  caso contrario, hay quien cae en el incumplimiento de la palabra dada  eludiendo el pago de  la justa retribución. De este mismo modo se esgrimen una y mil argumentaciones para deshacer tratos que habían quedado sellados por escrito;  se violentan amistades, noviazgos o relaciones familiares.  No parece  existir mayor remordimiento por asentar  en el papel algo que más delante se niega abiertamente haber firmado… ¿Qué vamos a esperar entonces de la palabra expresada de manera oral, con la única garantía de la honorabilidad de quien la emite?
   La educación en el hogar depende en buena medida de los consejos que los padres den a los hijos, sin embargo es mucho  más contundente el ejemplo.   Lo que el hijo  atestigua a diario definirá sus propias pautas de conducta;  el modo como ven los chicos   que mamá o papá reaccionan en determinadas circunstancias   establecerá el modo como  ellos reaccionarán en condiciones similares.   Si los pequeños aprenden de sus mayores que la palabra es tan leve que  cualquier viento se la lleva, así actuarán,   y si   observan dentro del hogar  que no  es importante  la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace,  eso mismo reproducirán.
   Hoy que se realizan elecciones en Coahuila, Nayarit, Hidalgo  y el Estado de México, es un buen momento para recordar cuán  grande es un hombre que sabe estar a la altura de la palabra empeñada.   Tener presente que la honorabilidad de un individuo  implica darse a conocer por méritos propios y no por   andar desvirtuando   los del contrincante, eso se llama guerra sucia.  Que la función pública no consiste en hablar durante las campañas para prometer un futuro  alejado del sentido común, porque eso es mentir.  Y que la mentira llevará esta vez  a los votantes a exigir cuentas claras al funcionario que no cumple lo que promete, y que si el repudio colectivo no  le representa suficiente acicate  como político, que entonces reflexione sobre la vergüenza que ocasionará  a sus hijos, a los que ningún dinero salvará de la ofensa pública. 
   Para enderezar la nave en la que vamos todos embarcados es menester comenzar por hablar con la verdad, la cual no es precisamente bella ni espectacular.  Hay demasiadas cuentas pendientes con  el pasado, saldos negativos, promesas incumplidas, malversaciones y corrupciones que explican en buena medida   el estado actual de cosas, y justifican la desconfianza y la  indignación de muchos ciudadanos.  Conseguir un voto por la vía de la legalidad es empeñar la palabra,  signar   un pacto de honor con la cuna y con la patria

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