Gozo I No sólo el río, tiempo incontenible, sino la carne es un hermoso dios desnudo, un puente edificado entre el allá y el acá, débil, a veces fuerte y, no obstante, pleno en sus límites como un ave tendida en el viento, un signo en el abismo, no una mera consecuencia de los dioses, sino Dios mismo en su hueco, en su presencia retraída como un canto que emerge de los excavamientos del tiempo y nos permite ser, habitar en un abismo; ahora un enigma a descifrar, un puente roto, un problema de ingeniería genética, no una presencia, un signo, sino una maquinaria dejada ahí para ser usada como se interpreta el átomo; y, sin embargo, cuánta alegría hay en ella aún, más dichosa y alegre que la delicia de Él en su articulación de luz, en su divinidad en flor: polen de su decir, tumultuosa delicia de las delicias, aparecer de Sí hecho carne que igual que el río arrastra memorias, recuerdos olvidados, vestigios de la luz: el Edén, la manzana, los fósiles, las eras, los glifos y los templos, las infinitas voces del tiempo y sus distancias que nos hacen sentir lo inaprensible, el sabor de su amor en su hueco excavado, porque la carne tiene muchas voces, que ya pocos escuchan, muchos rostros y voces donde se dice Él en su decir sin fin incapturable como el silbo del barco entre la niebla o el restallar del mar bajo la noche. |
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sábado, 27 de agosto de 2011
POESÍA de Javier Sicilia, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2009
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