LA LEY “DOCTOR HOUSE”
En el curso de la semana encontré información que no me sorprendió en absoluto, una investigación periodística señala que familias que habían emigrado de Monterrey hacia los Estados Unidos a causa de la inseguridad, a la vuelta de dos a tres años regresaron a su ciudad de origen, donde están sus raíces y sus muertos. Lo que va de la mano con otro descubrimiento reciente: Nos hemos colocado entre los países más felices del mundo, aún en medio de la guerra en contra del narcotráfico y su incontable estela de desgracias (que no Estela de la Luz, ésa es otra historia). La corrupción hace de las suyas permeando instituciones en los tres niveles, e iniciamos el 2012 padeciendo el síndrome transexenal: La Auditoría Superior de la Federación señala nueve mil irregularidades en la Cuenta Pública 2010, en un momento cuando poco puede hacerse para subsanarlas, en tanto un alud de funcionarios se van de sabático en busca de “hueso”: Escenario magistralmente descrito –hay que reconocerlo— por Elba Esther Gordillo, a quien la revista “Sin Embargo” en su edición de febrero 16 atribuye una frase maravillosa: “Nada avanza en política con excepción de los proyectos personales”.
Dentro de estas singularidades nuestras, en octubre del 2011 la Cámara de Diputados emitió una propuesta de ley denominada “Ley de Controversias Derivadas de la Atención Médica”, firmada por los diputados Heladio Verver del PRD, Miguel Antonio Osuna Millán del PAN, y Antonio Benítez Lucho del PRI. Ésta propone la desaparición de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CONAMED) para integrar una Comisión de Quejas con incontables atribuciones que favorecen en todo al usuario de los servicios médicos, satanizando al profesional de la salud, aún en casos cuando la supuesta mala atención haya obedecido a factores ajenos a la pericia o a la voluntad del médico tratante, con multas estratosféricas, a pagarse en un plazo no mayor de cinco días.
Leer dicha iniciativa me llevó a imaginar que los diputados comisionados han de ser fans de “Doctor House” y lo tomaron como parámetro. Entonces, partiendo de los poderes adivinatorios de House, único capaz de diagnosticar la enfermedad más rara del mundo por telepatía, el médico de la vida real que no esté a su altura habrá firmado su sentencia de muerte, lo que se antoja un absurdo total.
El ser humano no es perfecto, nunca lo ha sido y nunca lo será. Todos procuramos hacer lo que hacemos de la mejor manera, en este tenor el médico procura otorgar una atención de calidad, oportuna y certera, mas ello no lo vuelve infalible. No hay mecánicos infalibles, no hay cocineros infalibles, no hay abogados infalibles, no hay empresarios infalibles, no hay prelados infalibles, no hay mamás infalibles… por tanto podemos concluir sin temor a equivocarnos, que no hay médicos infalibles. ¡Ah! Pero se pretende que el médico haga todo perfecto y a la primera.
La pérdida de la salud de un ser humano conlleva dolor físico, angustia e incertidumbre; genera sentimientos encontrados, tanto en el paciente como en sus familiares. De primera intención se albergan expectativas que bien podrían estar muy alejadas de la realidad; es parte del proceso de duelo que la enfermedad desencadena, proceso que conforme se atraviesa llevará a nuevas etapas hasta llegar a la aceptación de una condición permanente de pérdida, y en el mejor de los casos a la resolución del quebranto de salud.
¿Qué sucede entonces cuando aparece una enfermedad que por sí misma es incurable? ¿Qué cuando un padecimiento crónico avanza? ¿Qué cuando un embarazo no culmina en el nacimiento ideal? ¿Todo ello es atribuible a la actuación del médico? ¿Acaso pueden fincarse responsabilidades por asuntos que no guardan relación con su desempeño profesional?... Y cuando la institución no proveyó del recurso necesario para la atención, ¿tomamos también al médico de chivo expiatorio?...
Con base en lo que observamos en estos tiempos la suspicacia asoma, tal es mi sentir frente a una iniciativa que se antoja transexenal y populista. El usuario de los servicios médicos presenta una queja y ésta se integra de entrada, con base en la inconformidad del quejoso, sin mediar ningún criterio técnico-médico. Entonces, si el enfermo o sus familiares están iniciando un duelo, y se hallan instalados en la negación total, y por ello son incapaces de aceptar que una enfermedad por sí misma derive en complicaciones o incluso en la muerte, y necesitan hallar dónde descargar frustración y dolor, y eligen la figura del médico para proyectar su enojo: ¿El estado va a concederles la razón así como así, tomando al galeno como Judas para darle de palos?
Quiero creer en la cándida buena intención de los diputados, sin embargo las palabras de la maestra no dejan de sonar en mi cabeza…
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