POR UNA MEJOR COMUNICACIÓN
Una característica muy
propia de quienes conformamos la sociedad actual es la prisa; resulta divertido
utilizar la imaginación para seguir solamente con la vista (excluyendo al oído
de nuestra percepción), cualquier escena urbana. De este modo podremos darnos cuenta de qué tan
precipitados actuamos en nuestra vida diaria, tanto que hasta parecemos
personajes de caricatura.
Con mucha probabilidad esta aceleración en
nuestro actuar nos lleve a una serie de problemas en la comunicación que a la
larga vuelven más difícil la existencia.
Partiendo de nuestra personal
tendencia a la precipitación solemos esperar que los demás nos interpreten a la
primera de cambios, y obren conforme a nuestro pensamiento, algo menos que imposible, que habrá de generar roces y hasta enojos.
La comunicación en su esquema clásico
implica cuatro elementos: El emisor, el receptor, el canal y el mensaje.
Así pues, hay factores en cualquiera de los cuatro que terminan por limitar, distorsionar,
o bloquear la comunicación.
El mensaje puede ser inadecuado, sesgado o
confuso, lo que derivará en fallas de comunicación.
Puede enviarse por un canal que no es el óptimo, de manera que en el curso de su
transmisión se desvirtúe, pierda fuerza o se extinga.
Por su parte emisor y receptor presentan
características que vienen a complicar más las cosas, tal es el caso de las
expectativas: El emisor envía el mensaje esperando que el receptor lo capte tal
y como lo manda. A su vez el receptor
puede estar interpretando el mensaje a partir de sus propias expectativas, lo que
llega a condicionar más confusiones todavía.
La tendencia actual a abreviar los mensajes que
enviamos por escrito y a eliminar toda regla ortográfica es la cereza del
pastel. Los mensajes terminan por ser
ambiguos, confusos, y candidatos a la malinterpretación.
Volviendo a lo que tiene qué ver con
problemas de comunicación: Todos conocemos ejemplos de familias tipo
patriarcado dentro de las cuales la palabra del papá es absoluta. Vaya, es tal su dominio que en ocasiones no
son palabras sino simples gestos, inflexiones de la voz o sonidos guturales que
mandan el mensaje al resto de la familia para que las cosas se cumplan
exactamente del modo como el jefe de familia espera que se haga.
Algo similar sucede con algunas parejas
dentro de las cuales se maneja un código muy singular, sobre todo por parte de
ella: Cuando ella dice “no importa si no lo haces, cariño” en realidad está insinuando
que más le vale que lo haga, o se atiene a las consecuencias. El hombre, quien suele ser más llano y
directo tendrá que aprender el fino arte de la interpretación de los opuestos
para que la relación crezca y florezca.
En casos como el anterior he visto que a los
cinco o diez años, si la relación de pareja sobrevivió, la comunicación habrá alcanzado
un nivel de excelencia. Por su parte los
niños que nacen dentro de un hogar con este tipo de comunicación rápidamente
aprenden la técnica, y de alguna manera se adaptan de forma natural al código en cuestión.
En incontables ocasiones es la simple
expresión corporal la que está mandando un mensaje, situación que vivimos de
manera habitual en sitios públicos.
Personas a las cuales no conocemos, mediante su lenguaje corporal nos
envían señales, nos marcan límites, o expresan su aprobación o rechazo.
Y con el ritmo acelerado que manejamos hoy
en día, estas expresiones corporales en muchas ocasiones son
malinterpretadas. Nuestra prisa nos
lleva con relativa frecuencia a emitir juicios precipitados a partir de unos
cuantos elementos, lo que puede generar percepciones muy alejadas de la
realidad.
Ha sido muy cuestionada la propuesta de
García Márquez para eliminar los acentos de nuestro lenguaje. Muy en lo personal considero que el respeto
a las reglas gramaticales y ortográficas allana el camino para una mejor
comunicación, y si uno de nuestros problemas actuales es la falla en esta
actividad humana, acatar las reglas nos ayudará a mejorarla.
Comencemos
un nuevo año con el firme propósito de ser claros, directos y asertivos en
nuestra comunicación, sobre todo aquélla que entablamos con nuestros seres
queridos. Que lo blanco sea blanco y lo negro, negro. Que como emisores analicemos en nuestra
cabeza el mensaje que nos proponemos enviar, antes de lanzarlo nada más
así. Que lo descontaminemos de
expectativas irreales, y que elijamos el canal adecuado para enviarlo.
Como receptores revisemos nuestra manera de
captar el mensaje tal y como nos lo envían, y no tal y como quisiéramos que nos
llegara. Y si hay dudas o confusión
tengamos la capacidad emocional de
preguntar y aclarar.
Con fines de claridad del texto, apeguémonos a las reglas de sintaxis y
Ortografía, y utilicemos canales adecuados.
¡Feliz y productiva comunicación para este
2013!
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