domingo, 27 de abril de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

“CIBER NINIS”
Una de las grandes noticias de esta semana ha sido, sin lugar a dudas, la entrega a Elena Poniatowska del Premio Cervantes, importante galardón con que se reconoce año con año a escritores en lengua castellana.  La ceremonia se llevó a cabo en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid, en presencia de los Reyes de España, así como destacados académicos y personalidades de la política. 
   Elena Poniatowska es la cuarta mujer en recibir este premio, y la primera de las cuatro que sube al púlpito a leer su discurso de aceptación, para el cual preparó un magnífico texto que da cuenta de sus orígenes familiares, de su llegada a México en 1942 siendo una niña francesa, y del singular encuentro que tuvo con la lengua castellana, que aprendió de boca  de pregoneros y vendedores ambulantes por las calles de aquella peculiar ciudad de México de mediados del siglo veinte.
    La palabra que más cautivó a la recién llegada, de labios de estos  “descalzos que se ocultaban bajo sombreros y rebozos”,  fue la palabra “gracias” cuya pronunciación sencilla y musical daba cuenta a la futura escritora de la nobleza del pueblo que la acogía como suya para siempre.
   Vale la pena dar lectura al discurso en que la Poniatowska se refiere con sobrada admiración de Sor Juana Inés de la Cruz, una adelantada a su tiempo, que ella califica como una intelectual sobre quien se ejerce la censura; habló de su enorme erudición y su agudeza de pensamiento, que quedó plasmada en la correspondencia que sostuvo con el obispo de Puebla, quien se firmaba bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz.
   En la última parte de su discurso Elena refiere, parafraseando a María Zambrano, que busca ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas, y –acotación mía- muy en particular en las vidas de los desposeídos, los marginados, los “nadies” de Galeano, que se alcanzan a escuchar cuando “la ciudad llora quedito”, como Elena lo ha dicho con singular ternura poética.
   Ahora bien, navegando en la red me topé con la versión digital del artículo de una conocida revista de circulación nacional, hablando de la premiación, y de lo tardío de las felicitaciones del presidente Peña Nieto a la escritora galardonada.  Hasta ahí todo bien, la revista se apega al estilo editorial que la caracteriza, algo muy respetable.  Lo que me causa irritación y  hasta repulsión, es la serie de comentarios que se hacen en el chat de esta revista  respecto a   la figura de Elena Poniatowska.  Van desde posturas francamente misóginas, hasta otras que traducen una profunda amargura personal que se vuelca en negativismos.  Y por supuesto, a lo largo y ancho de todos estos comentarios, la evidencia de un absoluto desconocimiento de la obra periodística, narrativa y humanitaria de la escritora.
   Desde tiempo atrás he querido entender este fenómeno que se infiltra en redes sociales para, desde el anonimato virtual denostar cualquier tópico expuesto.  Ni la madre Teresa de Calcuta se salva de estos oprobiosos comentarios, vituperios mordaces, ultrajes, escarnios, y humillaciones.
   Como una pequeña muestra de lo anterior transcribo  algunas de las “opiniones” vertidas por los participantes en el chat, cuestionando la trayectoria de Elena Poniatowska, y los merecimientos para el premio que recibió:
“…su aporte cultural o polítiquero.”
“…le dan Honoris Causa a cualquier pirruris”.
“…la señora ni es una gran escritora, ni narradora y por lo poco que me toca decir ni siquiera es una gran persona”.
“De que sirve ser una mujer destacada de letras si no hace nada por el Pais”. 
“…¿ella gana tantooos premios, premitos y premiotes por eso?” 
“…premio Ripley a la escritora más premiada, sin que sus libros valgan ni un gramo, y así lo dicen sus lectores... inexistentes".
   Estos son solo algunos de los comentarios que, evidentemente, reflejan una mayúscula pobreza de espíritu de sus autores, así como una franca ignorancia, pero sobre todo un afán de dañar, manchar, escupir, emponzoñar y destruir, resultado de estar enojados con la vida, con la gente, pero sobre todo con ellos mismos.
   He querido encontrar un nombre para llamar a estos personajes oscuros, la gran masa anónima de individuos que hallan su fuerza en las redes sociales para atacar sin ser identificados, sin correr el riesgo de ser confrontados, y así poner en evidencia su ignorancia supina  respecto a tantas cosas que critican de manera despiadada.

   Quiero imaginar el gesto en sus caras cuando vuelcan tanta hediondez verbal, imaginar su día a día, qué hacen, a qué se dedican, o si acaso albergan sueños y metas.  Por lo pronto les llamaré “ciber ninis”, los cibernautas que ni conocen, ni aportan…  Aunque, viéndolo bien, nadie puede dar  lo que no tiene.

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