domingo, 8 de noviembre de 2015

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

¡QUÉ VERGÜENZA!
Hace ocho días, cuando en esta franja fronteriza acababa de arrancar el sabroso horario de invierno,  mis vecinos y yo  lo hicimos con grandes sobresaltos.  Al filo de las 6.15 de la mañana se escuchó un estruendo espectacular, al que se siguió una secuencia de estruendos de menor intensidad, pero de hecho muy alarmantes. Pensé que se hubiera estrellado un artefacto al frente de la casa: Un vehículo de cuatro ruedas no podría ser, pues tendría que haber brincado como chapulín el área del estacionamiento para venir a caer en la sala…quizás  una avioneta.  Luego de asomarme y no ver nada raro, pensando que habría sido una pesadilla 3D, no acababa de recostarme cuando nuevos impactos sonoros me pusieron en pie, y en unos cuantos minutos los vecinos de dos cuadras a la redonda nos hallábamos en la calle preguntándonos qué habría sido aquello.  Pronto lo supimos, ante la disminución en la demanda doméstica de energía eléctrica, los transformadores se habían sobrecargado.
Para cuando  tal cosa concluimos, ya se había quemado un tomacorriente de mi oficina, y se fundió un televisor de la recámara.  Afortunadamente no hubo otros daños, aunque de entrada yo pensé que  las pérdidas habrían sido muy superiores.  El televisor que se quemó estuvo conmigo durante muchos años, y de hecho ya  suponía que a partir del apagón analógico tendría que cambiarlo por un aparato digital.  El incidente ocurrido me ahorró  el tener que elaborar mi duelo frente a un aparato que fue leal en sus colores y en su sonido hasta el último momento, y que vino a morir de forma heroica, fulminado por una sobrecarga de corriente.
Ahora me enfrento a otro dilema: ¿Cómo o dónde depositar al difunto televisor?  Es un problema que ya se veía venir con el anuncio del apagón digital que implicaba la entrega por parte de la  SCT de 13.8 millones de televisores digitales en todo el país. Claro, esos son los regalados, a los que hay que sumar casos como el mío, de la sustitución de un analógico por un digital por la vía de la adquisición.  Y a esto hay que sumar computadoras, impresoras, teléfonos celulares y tantos artefactos electrónicos  que desechamos periódicamente y que generan una gran cantidad de basura electrónica,  asunto que nadie parece muy preocupado por solucionar.
Lo que los norteamericanos denominan “e-waste”, o basura electrónica, solamente durante 2008 alcanzó un total de 3.16 millones de toneladas, de las cuales se recicló un 13.6%, considerando que el 70% de la misma es tóxica para la tierra.  Los números indican que por año se desechan en los Estados Unidos 300 millones de computadoras y mil millones de teléfonos celulares, cantidades que no acierto a visualizar  con los ojos de la imaginación, pero que indudablemente son muy elevadas.   Por desgracia no encontré cifras equivalentes para nuestro país, no dudo que existan, o más bien,  deberían existir, pero no las hallé, y  al menos en esta ciudad fronteriza no hay un sitio adecuado donde ir a depositar toda esta basura electrónica.  En mi caso particular debo confesar que tengo en casa dos impresoras, una CPU y un juego de teléfonos fijos, y dos o tres teléfonos celulares que conservo, pues simplemente no hay manera de deshacerse de ellos sin contaminar.  Pregunté a las autoridades municipales qué hacer, pero tampoco tuvieron una respuesta, y muy seguramente, como estoy yo, habrá mucha gente haciéndose la misma pregunta, y a lo mejor otra cantidad similar de personas arrojándolas directamente a la basura, con graves daños ambientales. Quemar electrónicos genera dioxinas (altamente cancerígenas), así como desechos de bromo, bario, cromo, mercurio, berilio y cadmio, algunos capaces de provocar daños a órganos vitales; en particular el bromo es teratógeno, esto es, productor de malformaciones congénitas.  Incluso algunos teléfonos celulares al ser incinerados liberan productos terminales del plomo, altamente tóxico para el sistema nervioso central.
Los circuitos de los teléfonos celulares contienen oro y plata, que finalmente se pierden, cuando su reciclaje podría generar importantes ganancias para el país.  En la Unión Americana por un millón de celulares se recuperan poco más de 700 libras de plata y 75 libras de oro.
No es un problema fácil, pero sí de urgente solución.  Muchos organismos transnacionales pueden asesorar a países como el nuestro para el diseño de mecanismos que permitan la disposición de esa basura electrónica, e incluso su reciclaje. Como ciudadanos habrá que informarnos  y luego exigir. Aquí un documento muy completo que me encontré al respecto:

Una vergüenza descubrir que Ghana sí recicla su basura electrónica y nosotros no… 

2 comentarios:

  1. El productor es el que gana, por lo tanto debemos proponer que el productor sea el encargado de reciclarlo y todos saldríamos ganando, bueno, eso quiero creer.

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    1. Existe un gran hueco en la legislación a este respecto. Hay mucho que hacer en cuestión de reciclaje, pero ha faltado voluntad para estructurar as correspondientes leyes y normas, finalmente para beneficio de todos.

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