POR LOS CAUCES CORRECTOS
La perfección del que imparte órdenes es
ser pacífico; del que combate, carecer de cólera; del que quiere vencer, no
luchar; del que se sirve de los hombres, ponerse por debajo de ellos. Lao Tsé
Nuestro país presenta
graves problemas que tienen que ver con el abuso de poder, la corrupción, y la
impunidad. Si los estallidos sociales se
representaran por llamaradas, y pudiéramos visualizarlos desde el espacio, veríamos
un México en llamas. Podemos esgrimir razones económicas, sociales,
partidistas, religiosas, territoriales, en fin… Tratando de hallar un común
denominador a los distintos fenómenos que vienen impactando a nuestra sociedad
yo me iría más a la base, a un sustrato familiar que de alguna manera ha
fallado en todos los hogares, independientemente de su ubicación geográfica, su
nivel académico o de ingresos, algo que finalmente no ha propiciado la
consecución del bien común, dando lugar entre otras cosas a grandes tragedias, como la recién vivida
hace una semana en Nochixtlán, Oaxaca.
Los buenos libros son como los buenos amigos, permanecen en
algún rincón, y el día cuando los buscamos ahí están para acompañarnos. Retomé la lectura de una obra de Daniel
Goleman que al momento de publicarse fue
controversial, y hoy constituye parte del sistema educativo, al menos en muchas
escuelas privadas de occidente. Habla
sobre la Inteligencia Emocional, el papel que ésta juega en las relaciones
interpersonales, y la forma como sugiere el autor que sea explorada y
desarrollada desde los niveles básicos, para favorecer el desarrollo de
sociedades sensibles a las necesidades
de los demás, empáticas y en
consecuencia éticas, orientadas hacia el bien de la sociedad en su conjunto.
El autor pone diversos ejemplos que son comunes a cualquier
grupo humano. Un niño de un año llora, y
el otro hace lo mismo; está en contacto con las emociones del primero y se
sintoniza en ese mismo canal. Cuando ya
es más grande trata por algún medio de consolarlo, y más delante procurará
resolver el problema que lo hizo llorar.
¡Vaya! si en Internet vemos incontables ejemplos de vida animal que
muestran la solidaridad de un individuo o de un grupo por otro de su misma
especie, inclusive de especies distintas.
¿En qué momento se perdió la capacidad de conmovernos con lo
que sucede a otros? ¿Por qué razón se impone la agresión por encima del mutuo
entendimiento? Lo vemos en todos los niveles, cuando se trata de negociar un
acuerdo, surge de inmediato la frustración de uno u otro lado, y la cosa se
violenta. Es un decir “si no es como yo
digo, entonces ataco”. Y ahí tenemos a
gobernantes, fuerzas armadas, grupos paramilitares, gremios magisteriales, en pie
de guerra, unos de formas más sucias que otros, pero finalmente lo que impera
es el espíritu bélico de Ares, dios de la mitología griega que se caracterizaba
por sus modos violentos e irreflexivos. Es ira explosiva dirigida contra quien
se ponga enfrente, algo que por lógica jamás conducirá a resolver el
problema. Es violencia mal encauzada, activada
por la frustración, porque vaya: ¿En qué ayuda a resolver un conflicto el hacer
pintas en monumentos de gran valor histórico, o quemar un tráiler cargado de jaulas de gallinas, para verlas morir
achicharradas? ¿O qué arreglo se logra con disparar a mansalva contra un grupo de manifestantes?...
Jamás la violencia ha sido el camino para resolver
nada. Vaya, hasta las victorias en las más
grandes guerras tuvieron su planeación estratégica, baste leer a Sun Tzu. De ningún modo estoy sugiriendo que se
emprendan acciones violentas planificadas, para nada. Lo que quiero destacar es que esos arranques de violencia que vemos a
pequeña escala en la vía pública, igual que en los conflictos de mayor envergadura, son
estériles, no van a generar nada de provecho para nadie. Lo único que están logrando es mermar los ya
de por sí exiguos dineros que quedan en las arcas de la nación.
Enseñar a un niño a manejar sus emociones, a canalizarlas,
detectar y resolver el problema que lo
afectó. Manejarlo en un ambiente,
primero familiar y luego escolar en el que se le encauce a ser sensible frente
a las necesidades de sus compañeros, y a resolver los problemas en forma grupal
ayuda al desarrollo de la empatía y de la verdadera solidaridad.
Excelente que un pequeño sepa cálculo integral o domine el
chino mandarín, pero si no es asertivo
para resolver los problemas que la vida presenta, no sabrá ser feliz ni
aportará mayor cosa a su grupo social.
Cuando nos convenzamos de que la violencia en las calles se
gesta en el corazón de nuestros niños, ese día daremos el primer paso por la
ruta más conveniente. Militarizar el país no es la solución.
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