domingo, 4 de febrero de 2018

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Convertir la vida en un guión diseñado para el aplauso es muchas veces la causa para dejar a un lado aquello que realmente pudo ser nuestra felicidad. Ser para los demás un modelo de vida ejemplar, dar la pauta para que se nos defina y juzgue siempre benévolamente. Seguir los patrones que norma la sociedad al pie de la letra, no permitir fugas en nuestra conducta que debe ser intachable, no arriesgar nuestro prestigio por sueños que no son congruentes con ese papel que no fue el que nosotros decidimos interpretar, sino el que nos designaron. 
     Ajustarnos a las críticas, depender de ellas, temer no llenar el perfil que de nosotros se tiene. Seguir patrones prefabricados, hacer felices a los demás aun cuando estemos arriesgando nuestra propia felicidad, ser complacientes, convertir el que dirán en nuestra norma de conducta. Y ¿qué sabe nadie de lo que realmente pasa en nuestro interior? ¿por qué le damos más peso al juicio ajeno que a la voz de nuestra conciencia? ¿por qué nuestra conciencia se vuelve la voz de los demás y no tiene voz propia?
     Nuestra historia debe tener luz propia, auténtica, genuina, tan falible como humana, con la búsqueda de la felicidad real que se basa en la plenitud de los sentimientos que ennoblecen el alma.
     Sin artificios, sin poses fingidas, sin falsos escrúpulos, con veracidad en el ser y total congruencia entre el decir y el hacer.
     Nada nos hace más libres que dejar de aparentar lo que los demás pretenden es lo correcto, sino hacer lo correcto por convicción propia, diseñar nuestra propia vida de acuerdo a los valores universales donde prevalezca el respeto, la ética, el amor al prójimo, pero donde no seamos esclavos de la moral ajena. Elegir el argumento que quiero interpretar, sabiendo que quizá no haya aplausos al final, tan solo una conciencia que en sintonía con mi alma me haga sentir esa paz que da el actuar con dignidad, congruencia y libertad.

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