domingo, 24 de mayo de 2020

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Hoy en el año 2020, estoy escribiendo una carta para ustedes, los niños de hoy, los jóvenes y adultos del futuro.
     Quiero intentar explicarles lo que quizás ahorita les resulte incomprensible, lo que no alcanzan a dimensionar, aquello que es difícil de entender para todos, y que increíblemente pareciera, asimilan mejor ustedes que nosotros.
     ¿Cómo explicarles más allá de lo que es la pandemia --que creo que de todo lo que estamos ahorita viviendo es lo que les queda más claro-- las reacciones que los seres humanos hemos venido teniendo ante ella?
     Me duele ver lo que ustedes están viendo en nosotros, nuestra irresponsabilidad ante una situación que nos atañe a toda la humanidad, nuestra insensatez, las actitudes de discriminación y de maltrato a aquéllos que se encuentran en primera línea intentando salvar vidas. ¿Qué les estamos dejando en sus corazones, en su mente? Cuando más debíamos sembrar amor, cuando más debíamos infundirles fe, cuando tanto se necesita que nos sientan confiables, y encuentren en nuestros actos --y no tan solo en nuestras palabras--, paz.
     No nos juzguen tan mal, nadie está preparado emocionalmente para esto, nuestro estilo de vida no nos prepara lo suficiente para estas embestidas que da la vida. Nos falta espiritualidad, nos ha hecho falta concientizarnos de que somos una sola humanidad. Que nos necesitamos, que no podemos estar viendo tan solo por nosotros mismos. Que existe la palabra solidaridad y que nuestra marca principal para identificarnos como humanos es el amor.
     Llegamos a un mundo donde ya estaban escritas las reglas, y las seguimos casi siempre sin mayor reflexión, pretendiendo que lo hacíamos bien, pero estas sacudidas que a ustedes les está tocando a temprana edad. Ya difícilmente cambiará en muchos de nosotros esta inercia a seguir viviendo en una encarnizada lucha por poseer, a costa de lo que sea; a consumir, a entender por desarrollo una incesante y abusiva explotación de los recursos naturales y de las maravillas que este mundo nos ofrecía con gratuidad y nobleza, a cambio de lo cual solo ha recibido maltrato.
     Más que jueces, quiero pensar que ustedes en un futuro, sabrán mucho mejor que nosotros evaluar los daños, resarcirlos. No repitan nuestros errores, este parteaguas, doloroso por demás, debe ser para ustedes un llamado a tiempo para recapitular. Son ustedes la esperanza de que el legado ancestral de amor fraterno, que se ha ido diluyendo en el trascurso de este vertiginoso acontecer de nuestras vidas, se recupere y se fortalezca. Que sea ese patrimonio de una vez y para siempre, la principal fuente de inspiración; que sea luz y no obscuridad, donde el alma pueda encontrar, en su tránsito por este mundo, la felicidad y la paz.

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