domingo, 26 de febrero de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

BARULLO APABULLANTE

Se cumple un año de la invasión rusa a Ukrania.  Lo que  fuera una nación plena de actividades, convertida en un montón de despojos.  Grandes edificios como los teatros de Kiev  han sido bombardeados; ahora estos retoman  sus actividades artísticas, pero lo hacen desde refugios subterráneos que los ponen a salvo de nuevos ataques aéreos.  A lo largo de este año se han venido tejiendo grandes historias de sobrevivientes a la par que, de desaparecidos, que se combinan como claroscuros en un gran tapiz.

No cabe en la conciencia de la gran mayoría el porqué de la insistencia de Vladimir Putin por invadir al país vecino, por cierto, antiguo integrante de la entonces Unión Soviética.  A estas alturas, más que afanes económicos se antoja que es un empecinamiento personal por acabar con una pequeña nación  que se negó en un primer momento a entregarse frente al gran poderoso.

Terrible, como terrible la tragedia ocurrida en Siria y Turquía por los sismos, que en el caso de Siria, complican una problemática ya existente, por la guerra civil  enfrentada a lo largo de 12 años.  Desde esta parte del mundo nuestros ojos siguen ambas tragedias; aplaudimos actos heroicos; lamentamos  pérdidas y suspiramos.  A ratos pareciera que suspirar es lo más que podemos hacer frente a esas desgracias humanas.  Las redes sociales nos atrapan con su gran poder, lanzándonos uno tras otro “reels” que, de acuerdo con las herramientas tecnológicas llamadas “algoritmos”, van a mantenernos con la vista puesta en la pantalla.  En mi caso personal, el gusto por los conejitos provoca que, día con día, mi equipo sufra una virtual invasión conejil muy divertida, que, si no estoy alerta, consume buena parte de mi tiempo.

Aquí es donde nos corresponde meter el freno de emergencia y  revisar qué está produciendo en nosotros ese barullo mediático que busca perseguirnos mientras descansamos, cocinamos, caminamos o manejamos.  Es una suerte de adicción que nos consume tiempo, atención y creatividad.  Yendo más allá, produce un efecto paradójico: Nos vuelve altamente sensibles frente a la suerte de niños desnutridos en Siria, pero indiferentes ante  nuestras propias poblaciones marginales.  Nos lleva a llorar la suerte de caballos de carga en algún país sudamericano, y ocupados en ello dejamos de atender asuntos más cercanos a nosotros, que no se visibilizan de igual manera. Nos volvemos indolentes presenciales.  Consumimos los contenidos digitales con fruición; vamos de un tema al siguiente sin cansarnos en ello.  Lo lamentable es que, en su gran mayoría son abordajes estériles, que en nada van a beneficiar a los que se nos muestran como afectados.

Hay ONG que sí atacan de manera frontal problemas reales.  Una de ellas, que vale la pena mencionar, es “Nariz Roja, A.C”, una asociación tapatía orientada al apoyo de personas con cáncer, pero muy en particular a niños, ante lo que ha venido siendo en los últimos años una marcada escasez de medicamentos para las quimioterapias.  Fundada por Alejandro Barbosa, “Nariz Roja” acaba de cumplir a principios de mes, trece años de registro como asociación civil, y emprende periódicamente campañas de recaudación monetaria para beneficio de los pacientitos.  Aparte de los donativos en campaña, pueden hacerse en línea en cualquier momento, ya que toda suma para esta causa es siempre bienvenida.

Las sociedades evolucionan con el tiempo.  Se pierden costumbres de convivencia  que tal vez recordemos con nostalgia. Son sustituidas por nuevos patrones de comportamiento que obedecen a las circunstancias del tiempo presente.  El crecimiento de la mancha urbana modela esos cambios y nosotros necesitamos adaptarnos a los mismos para salir adelante.  La tecnología, con sus grandes aciertos, no exenta de riesgos, llegó para quedarse.  Ello nos obliga a un continuo mirarnos en el espejo para no extraviarnos en ese barullo apabullante.  No permitir que las redes sociales roben nuestro tiempo o nuestra tranquilidad, o secuestren la creatividad que nos distingue de manera notable de otras especies vivas.  Revisar y tal vez depurar periódicamente nuestros contenidos, percepciones y sensaciones,  para desechar esos elementos parásitos que, de no estar nosotros vigilantes, bien podrían aprisionarnos para siempre.

Vivimos tiempos paradójicos, hoy tenemos más materia prima y producimos menos; deseamos alcanzar más y las buenas intenciones se nos escurren de las manos como un puñado de agua.  Buen momento este para diseñar un plan de vida que atienda esos propósitos que siempre hemos tenido; no permitamos que los distractores del camino estanquen nuestra marcha.  Plantearnos pequeñas metas en el corto plazo, una por día, cuyo cumplimiento genere satisfacción y apuntale  la tan necesaria autoestima.

2 comentarios:

  1. Muchas felicidades por tu contenido,muy rico en temas preocupantes ,en diferentes escenarios de nuestra humanidad,te mando un fuerte abrazo.domingo reflexivo.

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