domingo, 24 de septiembre de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

QUIMERA O REALIDAD

La paz en México está en crisis. No hace falta mucho para comprobarlo.  A  través de medios noticiosos, tal vez mediante redes sociales, o en nuestras propias experiencias, a la  vuelta de la esquina.  El ambiente tóxico de la violencia acomete como una nube que amenaza con ir tocando y destruyendo todo a su paso.

Ni las cifras alegres oficiales ni los eufemismos acomodaticios alcanzan a ocultar una realidad que es de todos, como mexicanos que somos.  Cierto, nos plantamos frente a esa tormenta que viene hacia nosotros y no hallamos qué medidas emprender.  Nos vemos rebasados por el crimen organizado de muchas maneras; tememos por la seguridad de nuestros niños y jóvenes, y mientras no modifiquemos lo que estamos haciendo, nada va a mejorar.

En la semana que termina se llevaron a cabo los trabajos del Diálogo Nacional por la Paz, evento convocado por la universidad Iberoamericana, plantel Puebla.  Contó con la participación de religiosos, académicos, líderes de opinión y ciudadanos independientes enfocados a un tema común: La conformación de lo que se llama una “Agenda para la Paz 2024”, documento que en próximas fechas se hallará a disposición de quien guste consultarlo a través de la red.  Para conformarlo se llevó a cabo un concienzudo análisis de las causas reales de la pérdida de paz en México, poniendo especial énfasis en aquellas regiones que han sufrido con mayor intensidad el embate del crimen organizado. 

La revista “Science” en su edición digital del pasado 21 de septiembre incluye cifras alarmantes para México: En un estudio longitudinal llevado a cabo por la propia revista se reporta que el número de homicidios relacionados con el CO se ha triplicado entre el 2006 y el 2018. Da cuenta de que la cifra de individuos con ingresos económicos relacionados con actividades ilícitas es de  175,000, y se considera como la quinta fuerza generadora de empleo en el país. Sabemos que gran parte de esta fuerza de trabajo son menores de edad que ocupan los puestos de más bajo nivel, y que tantas veces terminan muertos en pocos años.  El investigador Gershenson de la Universidad de Binghamton lanza una sentencia muy acertada: No se trata de atacar las consecuencias del problema, sino de ir a sus raíces.

Encuentro muy alineado este concepto con los objetivos del Diálogo Nacional por la Paz, mismo que ha analizado a fondo las causas de la expansión criminal en nuestro país.  Ahora bien, hay algo que no hemos acabado de asumir todos los mexicanos: Levantar el índice para señalar que son los cárteles, o que es la corrupción, o que son otros países lo que genera el problema, es no haber entendido su origen.  Como Gershenson bien señala, hay que ir a la fuente primaria del problema para romper con ese círculo que vuelve tan atractivos dos asuntos: Por una parte, el reclutamiento de niños y jóvenes para engrosar las filas del crimen organizado.  Y por la otra, revisar y modificar esos elementos de la dinámica familiar que llevan al chico hacia las adicciones: ¿De qué escapa? O bien: ¿Qué busca experimentar?

No faltará quien pretenda desacreditar los trabajos de este foro convocado por la comunidad jesuita de la iglesia católica.  En lo personal hallo que esa interpretación que damos al laicismo en la sociedad, como condenando todo lo que tenga tintes religiosos, ha provocado gran parte del caos que hoy vivimos.  Sin las asideras de una moral religiosa y sin mucho énfasis en la inculcación de valores dentro de la familia, los jóvenes van creciendo a la deriva, decidiendo por sí mismos que sí y que no, lo que, según constatamos, ha resultado en buena parte del problema. Falta un código de conducta que les señale los pros y los contras de un camino o de otro.  Sumidos en un universo mercantilizado que llama a “consumir para ser”, se lanzan, ya sea a consumir drogas o a traficar con ellas.

Como ciudadanos, independientemente de nuestra fe religiosa, o así no tengamos ninguna, habrá que conocer esta Agenda por la Paz que se ha integrado.  Y luego de hacerlo, ponernos a trabajar.  México ya no aguanta más indiferencia de nuestra parte frente al grave problema que ha ido tomando vialidades, sitios públicos y hogares.  Todos tenemos una responsabilidad en lo que sucede.  De momento lo que a cada uno nos toca es responder esas preguntas frente a los jóvenes de nuestro entorno: ¿De qué escapan? O bien, ¿Qué buscan experimentar? A partir de una y otra se despliega todo un abanico de posibilidades distintas para cada uno de nosotros, posibilidades que estamos obligados a identificar y modificar, por el bien de nuestra familia cercana.  Luego ir un poco más allá con la gente de nuestro entorno y  volver a plantearlas.

Hoy la paz es lejana quimera.  En cada uno está volverla una realidad.

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