REGALO DE VIDA
En el curso de la semana que termina se conmemoraron 99 años
de la primera transfusión sanguínea segura de humano a humano, llevada a cabo
por el doctor Luis Agote en Argentina, un 9 de noviembre de 1914.
Como algunos otros temas de nuestra sociedad, la donación de
sangre y/o sus derivados es un tema que no acaba de prender bien a bien. Los donadores ideales, individuos jóvenes y
sanos, no parecen externar mayor interés en hacerlo. Lo primero que viene a mi mente para
explicarlo es la falta de cultura médica.
Este grupo de población no posee los recursos para abarcar lo que una
emergencia de salud representa, situaciones en que la vida de un paciente pende
de un hilo, y la falta de sangre puede llevar a la muerte.
Un segundo elemento podría relacionarse con la escasa
familiaridad hacia el tema: Si ninguno de nuestros seres queridos ha
necessitado nunca sangre y/o sus derivados, no se ha vivido la angustia que
pasan los familiares tratando de conseguir el producto. Más apremiante todavía cuando el grupo y Rh
del paciente son de los poco frecuentes.
Un tercer elemento corresponde al temor ante el
procedimiento: Hoy en día la recolección de sangre es realizada por
profesionales, con equipo y material estériles.
La aguja que se utiliza es de diámetro un poco mayor que el de las
utilizadas para toma de muestras de
laboratorio. Molesta un poco más, pero
para nada es dolor insoportable.
Respetando la normatividad internacional de los Bancos de
sangre, el volumen extraído (habitualmente 500 mililitros) es restituido por
nuestro propio organismo en un lapso de semanas.
El factor por descarte es la simple indiferencia. La molicie. Decir “que otros lo hagan”, como
una muestra de esa falta de empatía tóxica que nos invade.
Mi llamada de atención nace justo esta semana, cuando,
además de la conmemoración he visto en
redes dos mensajes urgentes buscando donadores. Contrasto este apremio con el escenario ideal: Si todos los jóvenes hombres y mujeres, entre
18 y 30 años se registraran como donadores altruistas, estas urgencias no
existirían. Lo ideal sería acudir a
donar dos o tres veces por año, pero es probable que la capacidad de los Bancos
de Sangre del Sector Salud no pueda atenderlos. Entonces, qué tal si en los centros de educación media superior y
superior, y en los centros de trabajo se norma que existan bases de datos de
donadores altruistas. Así todo se facilitaría.
La razón para publicar lo anterior corresponde a dos
realidades personales: Años atrás, con motivo de una cirugía de extrema
urgencia, requerí de una unidad de sangre O negativo. Hace un año, por
hospitalización, me solicitaron una unidad que finalmente no se ocupó. Quienes tenemos este tipo de sangre sufrimos
una gran maldición: No podemos recibir sangre más que de nuestro mismo grupo y
Rh. Por otro lado, somos los donadores
universales: Cualquier receptor puede recibir sangre de nuestro tipo.
Sensibilizada por mi formación médica, desde los años de
universidad hasta que terminé mi especialidad tuve la oportunidad de donar en
una treintena de ocasiones. Las primeras
veces fue en tiempos cuando los donadores recibían retribución. Convencida de que el dinero invalidaba la justicia social de donar lo que la naturaleza
me obsequiaba, nunca acepté pago. Más de
una vez me tacharon de tonta por no aceptar la retribución, siendo que en ese
entonces sí era legal. Las dos ocasiones
cuando yo requerí sangre y hubo corazones altruistas para donarme, sentí que la
vida me estaba correspondiendo lo que yo
alguna vez había hecho.
Un buen ejercicio
para nuestros jóvenes: Animarlos a acercarse al Banco de Sangre del
Sector Salud para registrarse como donadores voluntarios. Ejercicio para las escuelas de educación
superior: Integrar ficheros de sus alumnos y maestros donadores altruistas. Lo
mismo para centros de trabajo de los que, afortunadamente, a la fecha algunos ya
lo hacen. Estos son modos de amar a México de la mejor manera: Ofreciendo un
regalo de vida.
Grandiosa idea, espero y florezca. 🙏❤️
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