domingo, 12 de noviembre de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

REGALO DE VIDA

En el curso de la semana que termina se conmemoraron 99 años de la primera transfusión sanguínea segura de humano a humano, llevada a cabo por el doctor Luis Agote en Argentina, un 9 de noviembre de 1914.

Como algunos otros temas de nuestra sociedad, la donación de sangre y/o sus derivados es un tema que no acaba de prender bien a bien.  Los donadores ideales, individuos jóvenes y sanos, no parecen externar mayor interés en hacerlo.   Lo primero que viene a mi mente para explicarlo es la falta de cultura médica.  Este grupo de población no posee los recursos para abarcar lo que una emergencia de salud representa, situaciones en que la vida de un paciente pende de un hilo, y la falta de sangre puede llevar a la muerte.

Un segundo elemento podría relacionarse con la escasa familiaridad hacia el tema: Si ninguno de nuestros seres queridos ha necessitado nunca sangre y/o sus derivados, no se ha vivido la angustia que pasan los familiares tratando de conseguir el producto.  Más apremiante todavía cuando el grupo y Rh del paciente son de los poco frecuentes.

Un tercer elemento corresponde al temor ante el procedimiento: Hoy en día la recolección de sangre es realizada por profesionales, con equipo y material estériles.  La aguja que se utiliza es de diámetro un poco mayor que el de las utilizadas para  toma de muestras de laboratorio.  Molesta un poco más, pero para nada es dolor insoportable.

Respetando la normatividad internacional de los Bancos de sangre, el volumen extraído (habitualmente 500 mililitros) es restituido por nuestro propio organismo en un lapso de semanas.

El factor por descarte es la simple indiferencia.  La molicie. Decir “que otros lo hagan”, como una muestra de esa falta de empatía tóxica que nos invade.

Mi llamada de atención nace justo esta semana, cuando, además de la conmemoración  he visto en redes dos mensajes urgentes buscando donadores.   Contrasto este apremio con el escenario ideal:  Si todos los jóvenes hombres y mujeres, entre 18 y 30 años se registraran como donadores altruistas, estas urgencias no existirían.  Lo ideal sería acudir a donar dos o tres veces por año, pero es probable que la capacidad de los Bancos de Sangre del Sector Salud no pueda atenderlos.   Entonces, qué tal si en  los centros de educación media superior y superior, y en los centros de trabajo se norma que existan bases de datos de donadores altruistas. Así todo se facilitaría.

La razón para publicar lo anterior corresponde a dos realidades personales: Años atrás, con motivo de una cirugía de extrema urgencia, requerí de una unidad de sangre O negativo. Hace un año, por hospitalización, me solicitaron una unidad que finalmente no se ocupó.  Quienes tenemos este tipo de sangre sufrimos una gran maldición: No podemos recibir sangre más que de nuestro mismo grupo y Rh.  Por otro lado, somos los donadores universales: Cualquier receptor puede recibir sangre de nuestro tipo.

Sensibilizada por mi formación médica, desde los años de universidad hasta que terminé mi especialidad tuve la oportunidad de donar en una treintena de ocasiones.  Las primeras veces fue en tiempos cuando los donadores recibían retribución.  Convencida de que el dinero invalidaba la  justicia social de donar lo que la naturaleza me obsequiaba, nunca acepté pago.  Más de una vez me tacharon de tonta por no aceptar la retribución, siendo que en ese entonces sí era legal.  Las dos ocasiones cuando yo requerí sangre y hubo corazones altruistas para donarme, sentí que la vida me estaba correspondiendo  lo que yo alguna vez había hecho.

Un buen ejercicio  para nuestros jóvenes: Animarlos a acercarse al Banco de Sangre del Sector Salud para registrarse como donadores voluntarios.   Ejercicio para las escuelas de educación superior: Integrar ficheros de sus alumnos y maestros donadores altruistas. Lo mismo para centros de trabajo de los que, afortunadamente, a la fecha algunos ya lo hacen. Estos son modos de amar a México de la mejor manera: Ofreciendo un regalo de vida.

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