YA BASTA DE ERRAR CAMINOS
María del Carmen Maqueo Garza
Las cifras son alarmantes; las da a conocer Pedro Peñaloza, doctor en Ciencias Penales y Política Criminal por parte de la UNAM. En la última semana van más de cincuenta jóvenes muertos en cuatro entidades; la novedad es acribillar a grupos de drogadictos en proceso de rehabilitación.Siguen las cifras duras: De los casi treinta mil muertos oficiales en esta ofensiva contra el narco, el 70% son menores de veintinueve años. Señala el Doctor Peñaloza, de los presuntos autores de estos crímenes de "lesa humanidad", de cada cien sólo a ocho se les integran averiguaciones previas.
Hay 228,000 encarcelados; siete de cada diez son menores de 29 años, y lo más grave, dos terceras partes están presos por robo, por una cantidad inferior a los setecientos pesos, y un 5% de ellos no sale, por no poder pagar la fianza.
Esta semana acaba de otorgarse en los Estados Unidos el Lifetime Achievement Award al ex presidente colombiano Álvaro Uribe por establecer un "modelo ejemplar" de estrategia en contra del narcotráfico. Le aplaudimos pero no parece interesarnos conocer a fondo su tesis, aprender de ella. Continuamos quejándonos, inculpando a unos cuantos y escondiendo la mano después de lanzar la piedra.
Mientras no nos propongamos atacar el lavado de dinero, nada va a lograrse. Mientras comerciantes y entidades financieras sigan acogiendo fuertes sumas de dudosa procedencia, y en la medida en que el empresario amedrentado actúe como prestanombres…. nada va a cambiar.
Mientras nuestro país no establezca regulaciones para el ingreso de personas y mercancías por puertos y franjas fronterizas, lo que ha permitido que arsenales enteros ingresen al país impunemente, nada va a cambiar.
En tanto no nos arranquemos el concepto equívoco de que valemos por lo que tenemos, y no desalentemos la corrupción, ninguna estrategia a ningún nivel alcanzará a ser efectiva.
La clave en Colombia fue que todos se sintieron parte del problema, y todos buscaron aportar su pedazo de solución. Nadie dijo "yo no" y se fue a dormir. Los de mayores recursos económicos aportaron más sin chistar; se estableció un plan general que todos acataron, y los resultados fueron tangibles en plazo de seis meses.
Nosotros tenemos un gran problema: La mitad de los recursos del país se hallan en manos del 10% de los mexicanos. Por cada peso que destinamos a educación, invertimos casi dos pesos en seguridad pública; la tendencia persecutoria es tan clara como fallida.
El problema de la violencia no se combate reforzando a las policías. Mientras no ofrezcamos a los jóvenes educación; oportunidades de trabajo y una red social de apoyo, podremos dejar de comer para pagar más uniformados, y el problema seguirá creciendo.
El ejecutivo no ha sido muy dado a consultar expertos antes de emprender una estrategia de cualquier orden; se ha lanzado más por intuición, y los resultados frente a las fuerzas fácticas no se han hecho esperar. A lo sucedido no puede darse marcha atrás, pero tampoco podemos seguir por el mismo camino.
Se habla de que en Michoacán surgen grupos bajo el esquema de guerrillas, para acabar con los delincuentes. "No tocaremos a ningún inocente" es una de sus consignas. Yo me pregunto desde cuando se conquista la paz con la guerra.
El estado actual de cosas: No se trata de exagerar pero tampoco de minimizar, que hacerlo es tildarnos de tontos a los mexicanos, pero sobre todo es una falta de respeto para miles de muertos, de huérfanos y viudas.
No es el asunto vivir aterrorizados; de hecho, eso es lo que las redes del mal pretenden, fraccionarnos y aislarnos, para impedir que integremos un frente común que les dé batalla. Pero tampoco podemos vivir como si nada sucediera.
Tenemos que enseñar a nuestros niños de jardín medidas de seguridad que nosotros a su edad no conocimos ni en la peor pesadilla. Y encima los animamos a que se diviertan.
En uno de esos ratos taciturnos cuando el impacto de lo que sucede resulta agobiador fui testigo fortuito de un gran momento para una familia, padre, madre y tres niños, un domingo por la tarde en torno al televisor. Habían rentado una película infantil, y todos se divertían en grande mirándola; las carcajadas que emigraban indiscretas fuera del recinto me provocaron un efecto mágico.
Era día de partido, pero el futbol no logró alejar al padre de los suyos, ni la mamá se puso a chatear por su cuenta. Cada carcajada a coro me cayó como duchazo de agua fresca sobre la piel quemada. Las atrapé todas y ahora las escucho cuando me llega la desesperanza; me parece que ahí, en esa familia que prodiga amor en microdosis, radica una clave para el cambio social que tanto urge a México.
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