María del Carmen Maqueo Garza
Dos notas destacan esta semana: En primer término la liviana afirmación de Ernesto Cordero, Secretario de Hacienda de que con seis mil pesos al mes una familia alcanza para pagar crédito de casa, crédito de carro, y escuela particular para los hijos. Sentenció además que si nos quejamos, es porque somos muy “exigentes”. Por supuesto que a los quince minutos se desplegó un equipo de portavoces del secretario para decir que “él no dijo lo que dijo”, algo muy común en nuestros círculos políticos, o sea, que lo que oímos con toda claridad, no fue tal, y ahora nos debemos de tragar así en seco, por decreto, la versión de lo que oficialmente debimos haber interpretado. Al día siguiente el propio Cordero ofreció una suerte de disculpa, pero de todas formas nos deja un mal sabor su imprudencia: En primer lugar, porque si el salario mínimo en la región A no llega a sesenta pesos diarios, de dónde demonios salen seis mil pesos al mes. Por otra parte queda visto que el secretario no tiene la mínima idea de economía doméstica, situación poco deseable para el experto nacional en este ramo. Para una familia cuyo ingreso mensual sea de seis mil pesos, esta cantidad alcanza para la canasta básica, transporte, servicios y vestido, lo que obviamente deja fuera opciones como casa, automóvil, y escuela particular, entre muchas otras.
La segunda nota que preocupa, es la salida de Miguel Ángel Toscano de la COFEPRIS. Hoy que amanecí muy refranera, la encuentro “muy ojona para ser paloma”. Difícil atribuir a una mera coincidencia que su salida se dé justo cuando acababa de anunciar una serie de medidas para controlar la promoción y venta de los denominados “productos milagro” que tanto lesionan el bolsillo y la salud de un importante segmento de la población. Un par de días después intervino José Ángel Córdova, Secretario de Salud para decir que no había relación entre dichas medidas y la salida de Toscano, lo que me recuerda aquella publicitada campaña en contra de los productos chatarra, que quedó prácticamente en nada.
Lógico pensar que las medidas de Toscano incomodaron a empresarios de mucho peso, lo que en una plutocracia como la nuestra, lleva directo a cambios políticos. Quedémonos con una reflexión respecto a los llamados “productos milagro”: ¿No es una verdadera falta de ética mantenerlos en el mercado? ¿No es criminal ubicarlos en el limbo de “productos naturales” cuando actúan como medicamentos? ¿Será acaso que los empresarios no se dan cuenta del daño que estas sustancias provocan, tanto a la economía como a la salud de sus consumidores? ¿Los políticos se deben más a las presiones de la IP que a sus electores? ¿Los actores contratados para “dar testimonio”, no alcanzarán a comprender la responsabilidad que tienen? ¿Las televisoras se siguen dando baños de pureza hablando de valores, cuando por otro lado favorecen este grave riesgo de enfermedad y muerte? Todo ello parece tener un común denominador, nuevamente haciendo alusión a una expresión popular llena de sabiduría que dice “con dinero baila el perro”.
Justo he comenzado a escribir la presente colaboración el Día de la Bandera; me instalo frente al monitor con las pupilas llenas de imágenes: El lábaro patrio se alza espléndido en su fiesta; con singular garbo rompe el aire una y otra vez, desplegando a diestra y siniestra sus colores llenos de patria… Es entonces cuando me pregunto qué estamos haciendo los mexicanos con el país que forjaron nuestros padres y abuelos. Ellos aplicaron todo su ser, toda su vida, el alma entera, para erigir esta patria que nos entregaron como legado. Nosotros con nuestra indiferencia, con nuestra molicie, con nuestra ambición desmedida, la vamos desgarrando poco a poco hasta hacerla pedazos.
“En México todo se puede”, lo sabemos propios y extraños; cualquier trámite por imposible que parezca, se consigue por la vía ilegal. Para que no suene tan feo utilizamos el eufemismo “chueco”, lo hacemos graciosamente, con simpática complicidad: “Total, qué tanto es tantito”, o “de pasito en pasito se abre el caminito”. En ese tenor van sobornos y gratificaciones; la mentirilla blanca; las verdades a medias; las versiones trastocadas, hasta llegar a las grandes expresiones de las figuras públicas que dicen y se desdicen; que hablan de un modo pero actúan de manera diametralmente opuesta.
“Total, qué tanto es tantito”, y el país se empina más y más. Como diría mi abuela Elvirita: “De poquito en poquito, se llena el jarrito”. Por cierto, cuando los nietos en tropel le pedíamos permiso de entrar a la despensa, ella accedía gustosa con una sola condición: “Entren chiflando y aplaudiendo”. Se antoja una buena estrategia para rescatar a México. En la función pública “chiflando y aplaudiendo”, éticos, rectos y congruentes.
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