sábado, 26 de marzo de 2011

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


UN PUNTO DE VISTA
Hace unos días caminaba en compañía de mi hija.  Justo delante de nosotros   iba una joven madre, bien arreglada,  con una niña de aproximadamente un año y medio a la que llevaba de la mano.   Me sorprendió que la colocara del lado de la acera, justo en un punto vial  donde muchos vehículos, al dar vuelta   se aproximan peligrosamente al sitio por donde transitábamos.  Le sugerí que  pasara a la pequeña  al otro lado para protegerla; ella me miró y simplemente me ignoró.  No es la primera vez que hago una sugerencia frente a una situación que percibo peligrosa para un niño,  y dudo mucho que sea la última, tópeme con la reacción que me topare.  Ello viene a colación, por lo siguiente:
   Estoy por concluir la lectura de un libro recién publicado por Grijalbo; su título “Confesión de un sicario”, su autor Juan Carlos Reyna.  Desde que supe del mismo me interesó,  propuesta desde tiempo atrás a entender qué  lleva a un joven  a jugarse el todo por el todo  en el camino sin retorno de la delincuencia organizada.  El autor vuelca sus entrevistas con el sicario en una narrativa que incluye descripciones  muy  adultas, brutales y hasta ofensivas, lo que vuelve su lectura difícil.    Pese a ello, es  un libro que quiero recomendar a los padres de familia.
   Más de uno se sorprenderá de que yo  sugiera una lectura de este género, sobre todo porque he enarbolado desde tiempo atrás mi bandera de un periodismo con sentido humano,  señalando hasta el cansancio  que utilizar los medios informativos  para presentar la delincuencia organizada como  hasta ahora,  equivale a hacer una apología de la misma, lo que nos convierte a los comunicadores en corresponsables de  cada nueva muerte en las calles.
   Ahora expondré  mi impresión respecto al libro: Narra hechos terribles que suceden dentro de la organización,  bajo pleno conocimiento y protección de   muy diversas autoridades. En sus líneas se plasma el testimonio de un individuo que  para su fortuna  logró alejarse con vida de las redes del narcotráfico, y ahora  narra los hechos que conoce de primera mano, desde adentro.  Entre líneas deja ver el motivo inicial por el que fue a dar a ese mundo (que era fundamentalmente lo que a mí me interesaba cuando inicié su lectura).  Pero entonces, ¿por qué mi insistencia en  recomendarlo?
    La sociedades  cambian con el tiempo; desde los filósofos alemanes de los siglos dieciocho y diecinueve a la fecha, las corrientes de pensamiento han dividido al mundo en dos grandes vertientes: Las de izquierda (socialismo y comunismo), y las de derecha (fundamentalmente el capitalismo).  Dentro  de este último surge a finales del siglo veinte el postmodernismo, corriente de pensamiento  que modifica sustancialmente los hábitos de producción y de consumo: Hay que producir más, lo que aleja a padre y madre del hogar, quedando los hijos tantas veces a la deriva.  Y hay que consumir más, lo que lleva a rendir culto al dios-dinero, eje rector de nuestras sociedades.
   En torno a estos afanes  se dispara el consumo de drogas en México, lo que sume al país en una violencia e inseguridad como pocas.   El dinero se  hace ver como la panacea a todos los males, y ello explica que el muchacho de dieciséis decida entrar al negocio, “total, más vale gozar como rey tres años, que sufrir como esclavo toda una vida.”  En ese punto él no sabe que está ingresando a un mundo que  se rige por sus propios códigos, con   un sistema de   jerarquías,    lealtades y traiciones,  en el que la traición se cobra muy caro: Una cosa es morir en minutos cosido a balazos, y otra muy distinta es  que vayan  destruyendo de manera perversa, poco a poco,  todo lo que constituye la vida de un individuo, sus seres queridos, sus posesiones, su integridad, y ya hasta el final, su último aliento.   Se adivina la intención del autor  por enviar este mensaje,  en tanto Drago (seudónimo del sicario real  entrevistado) lanza la advertencia directa: Nada en esta vida vale el altísimo precio que se llega a cobrar ahí adentro.
  Como hice con la madre de familia del inicio, les recomiendo que lo lean, y de ser posible que luego  lo  aborden junto a sus hijos para que ellos   conozcan  el verdadero rostro  de  ese mundo que se les presenta engañosamente atractivo, pero que es  algo así como las fauces del infierno.  Repito,  el texto es crudo y el lenguaje soez;  habrá adultos que se nieguen rotundamente  a que sus hijos lo lean, y los entiendo.  Pero créanme, es mil veces más  terrible lo que  podría sucederles a esos muchachos cuando   entran a ese mundo con  una venda en los ojos, creyendo que van de vacaciones.   

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