domingo, 26 de junio de 2011

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


POESÍA SOMOS TODOS
Un hecho relevante en nuestro país durante  esta semana,  fue el encuentro entre Felipe Calderón y Javier Sicilia en las instalaciones del Castillo de Chapultepec.    Coincide para Coahuila con la recta final en las campañas políticas para gobernador y diputados, en las que  cada  contendiente ha  buscado desacreditar al contrario,  resultando en singular lío mediático.
   Dichos  asuntos me remiten a una reflexión que hoy deseo compartir: Como mexicana, como coahuilense, como madre, como aspirante a poeta me atrevo a decir: “Poesía somos todos”, como habría cantado el inmortal Bécquer a su amada intangible.  El movimiento iniciado por Javier Sicilia a raíz del asesinato de su hijo el pasado marzo, lleva  incrustado un pedazo de cada mexicano, una cuña  de dolor, de inconformidad;  de impotencia o desaliento, y por supuesto, mucho de esperanza.  Él ha venido a representar   de uno u otro modo el sentir de toda una nación que se percibe  victimizada por la terrible oleada de violencia,  tanto la  generada por el crimen organizado,  como  aquélla con que la fuerza pública  hace frente a los criminales arrastrando  vidas inocentes a su paso. Eso sin hablar de la ominosa corrupción que  viene infiltrando cuerpos policíacos y militares a lo largo y ancho del país.
   Los ciudadanos nos hemos convertido en una  suerte de espectadores prestos a señalar con índice de fuego  las fallas que tienen las figuras públicas en su actuación, pero   que no  parecemos dispuestos a abandonar   nuestra molicie para salir a cambiar aquellas cosas que reprobamos.     Asumimos los  acontecimientos del país a manera de telenovela,   como si  con presenciarlos a la distancia y criticarlos ferozmente  estuviéramos cumpliendo como mexicanos.   Tal  sino ha tenido para  este momento la actuación de  los dos personajes centrales del encuentro de Chapultepec: Algunos simpatizantes de Sicilia lo han tachado de “vendido”, en tanto los críticos de Calderón  señalan que se trata de un montaje publicitario a su favor, y que el propio Sicilia estaba de acuerdo en actuar su parte del supuesto   parlamento teatral.
   Vienen a mi mente las palabras de Robert Warren que hablan del poema, no como algo que se ve, sino como la luz que nos permite ver, y  eso que vemos es precisamente  la vida.   Yo no concibo que Javier Sicilia pueda traicionar sus propias palabras, su dolor más grande, para vender un producto publicitario.   Es, en cambio,  la voz de todos que  convoca, que denuncia, que  exige rendición de cuentas, y que mucho ha logrado  al sentarse a dialogar al tú por tú con el primer mandatario, hasta llevarlo a rozar  de manera directa  el dolor de las madres huérfanas.
   Ahora bien, con relación a las elecciones en el estado de Coahuila es   evidente que  ha habido de todo.  Queda  claro que en ese río revuelto el desbordado entusiasmo de muchos ciudadanos  representa el instrumento para asegurarse una posición o un ingreso para  los próximos seis años.  Con ello recuerdo al sabio de Tagore cuando dijo: “Engarza en oro las alas del pájaro y nunca más volará al cielo”.  El pájaro son nuestros ideales, esas causas nacionalistas por las que los grandes revolucionarios han emprendido una lucha sin cuartel hasta ver que se hicieran  realidad, no para su bolsillo, no para asegurar el patrimonio familiar, sino para el beneficio colectivo de  esa patria anónima a la que el líder auténtico se debe  en razón de sus principios inamovibles.  Pareciera que de esos próceres ya no hay, y que en todo   esfuerzo va  implícita la expectativa de un  beneficio económico.
   En medio de este capitalismo que contamina los más altos propósitos de la ciudadanía, el poeta se  escapa,   todavía sabe condolerse  con el  sufrimiento del más pobre, del  marginado; se apropia del luto ajeno  hasta sentirlo como suyo.  El poeta es el corazón, el pálpito  vivo de una sociedad;    su verbo  a manera de sangre rutilante mantiene la  existencia de aquel entramado social.   Él es capaz como ninguno de percibir y luego  ahijar las palabras del que sufre y hacerlas suyas por un rato, mientras alcanzan a tocar a los oídos de los sordos para abrirlos.
   Termino con las palabras de Gabriela Mistral, chilena, premio Nobel de Literatura.  Ella,  la mujer que supo llevar en su vientre tantas maternidades prestadas, dijo con claridad y contundencia  que en vano se echa la red ante los ojos de los que tienen alas.   Sicilia parte de su propio dolor montado en las alas del verso más ligero para conminarnos  a no desfallecer en    la consecución de una paz duradera, a no pactar más allá de la verdad, y a abrir  canales de diálogo y entendimiento. 
   ¡Larga vida al poeta, a su palabra, a su dolor de parto, y que la   verdad nos haga libres al momento de votar!

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