EL LADO OSCURO DEL VIERNES NEGRO
Acaba de terminar lo que en Estados Unidos se conoce como “viernes negro”, tradicional campaña de rebajas que se realiza después del jueves de Acción de Gracias, inicialmente en 1966 en la ciudad de Philadelphia, generalizándose a todo el país a partir de 1975.
El nombre de “viernes negro” se dio a la fecha atendiendo a que el repunte en ventas de ese día, convierte los “números rojos” en “números negros”, permitiendo cerrar el año de manera favorable. Para el común de los compradores el término se asocia al color que tiene el cielo de madrugada, entre 4 y 6 de la mañana, cuando suelen abrir sus puertas las tiendas participantes.
Sea cual fuere su origen, sabemos que representa un fenómeno socioeconómico tan exitoso, que a partir de este año ha tratado de reproducirlo México bajo el término de “El Buen Fin”. Para las familias que saben administrar su economía, estas oportunidades pueden significar la adquisición de un producto necesario a un mejor precio, o en condiciones que hagan más llevadera su compra. Sin embargo asociados al viernes negro norteamericano se presentan en muchos compradores extraños fenómenos, una suerte de locura que los lleva a actuar irreflexivamente y echar en el carrito, digamos, sesenta muñecas Barbie, doce planchas o tres aspiradoras, atendiendo al reducido precio que tienen en ese momento. No me imagino la desazón de un padre de familia cuando, pasada la fiebre, llega a casa con doscientos o trescientos dólares de mercancía que ni planeaba comprar, ni necesitaba, y que ahora tendrá qué ver cómo utiliza. Estoy cierta de que los grandes estudiosos de la conducta humana habrán detectado estos bizarros comportamientos, y estarán preparando investigaciones que expliquen qué mecanismos los desencadenan, tanto desde el punto de vista antropológico, sicológico y social, respectivamente.
Lo sucedido en la ciudad de Los Ángeles el pasado viernes constituye una clara muestra del grado de obnubilación mental que alcanza a provocar el desmedido consumismo en un individuo: Una mujer se halla esperando turno en el departamento de electrodomésticos, pero hay varias personas antes que ella, de manera que para abrirse paso en la fila rocía a los vecinos de línea con gas pimienta, resultando más de veinte personas afectadas, entre ellas algunos menores de edad.
En lo personal este suceso es una muestra más del preocupante embotamiento al que ha llevado el manipuleo que provoca el consumismo en nuestra persona. Dudo que la mujer haya entrado a la tienda con el plan premeditado de lesionar a los vecinos en manera alguna, fue simplemente la desesperación del momento que la llevó a sacar su tubo de gas. Del mismo modo como un simple conflicto vial de “dame el paso-no te lo doy” llega a terminar en la muerte de alguno, cuando se calientan los ánimos y se echa mano de lo que hay, tratando de hacerse valer.
Se identifica en cada uno de los casos una impulsividad que obedece a ese lado oscuro que todos poseemos, y que en determinadas circunstancias aflora, interesante tópico de la esfera conductual. Trasladado a la legislación es algo que habla en contra de la iniciativa que pretende que cada ciudadano posea un arma de fuego para su propia defensa.
Mi hijo Amaury entró a Tae Kwon Do antes de cumplir los cuatro años, y venturosamente recibió su cinta negra a los diez, lo que me llevó durante mucho tiempo a un importante acercamiento a las artes marciales. La considero una disciplina de extraordinario valor para la formación de ciudadanos en aspectos como puntualidad, perseverancia, fortalecimiento interior, humildad y respeto. Una de las capacidades que fomenta entre los alumnos es la contención, esto es, no lanzarse impulsivamente al ataque bajo ninguna circunstancia. Contrariamente a la creencia popular, las artes marciales enseñan al alumno a contenerse y guardarse de actuar antes de reflexionar en lo que va a hacer, lo que invariablemente habrá de ser útil a lo largo de toda su existencia.
El modelo capitalista tiene sus beneficios a la vez que sus conductas sociales de riesgo, lo que en los últimos años se ha traducido en un agravamiento notable en la delincuencia, en la violencia de todos los tipos y niveles, y en muestras de agresividad cotidiana en cruceros, filas de espera, o dentro del hogar.
Cierro parafraseando a Gabriel Regino, especialista en temas de seguridad, quien ha expresado algo que dice más o menos: No pretendamos dejar la solución de la violencia en manos del gobierno, pues tanto el origen como la solución del problema está en cada hogar, en cada escuela, y mientras no lo entendamos de esta manera, las cosas seguirán igual o peor para el país. Más luz de la razón y menos lado oscuro, diría yo.
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