domingo, 1 de julio de 2012

PROSA POÉTICA por María del Carmen Maqueo Garza

Kermés en El Carmen. (Óleo s/tela).  María del Carmen Garza de Maqueo (1925-2010)
MI VOZ JUNTO A  MIL VOCES
¿Quién me regresa el México de mi infancia, encomienda sagrada por   la que dieron su vida nuestros padres y abuelos?  
   Quiero alejar los espectros de la muerte que rondan mi casa,    abrir de par en par las ventanas para   llenarme las  pupilas de ese México pacífico, festivo,  explosión de colores.   El de los días claros  y  noches estrelladas; el de los  mares incansables que inventan olas para que los niños jueguen. 
   Ese  México de caminos apacibles, por los que igual avanzan la carreta de mulas que el feroz “quinta rueda”. Tierra preciosa que ora se pinta con el verde profundo de la selva, ora de gala con el blanco incorruptible de sus altos volcanes.
   Quiero mi México sabroso de domingo placero,  el de los globos pintados, cornetas de hojalata  y trompos de madera… El que se bebe a grandes sorbos en un vaso de agua de jamaica o se toma despacito en una raspa con sabor a tamarindo….
   Quiero mi suelo bendito, ese  que sabe darse  a manos llenas. Pueblo que huele a lluvia, el de viejos que ríen con los ojos rodeados de memorias; el de niños con miradas de luz, que se apuran por salir a  jugar frente a su casa,  desde el amanecer hasta que la luna de mamey o de queso, señora de la noche,  comienza a elevarse majestuosa.
   Quiero mi patria de calles y plazas soñolientas que se duermen la siesta a mediodía; jardines  llenitos de gorriones que cantan entre revoloteos; kioscos que hospedan golondrinas viajeras  al caer la tarde.  La de los novios que se esconden para darse un beso.
   Quiero llenarme los oídos con tu música de banda; sacar de mi pecho este dolor al son de un mariachi en pleno Garibaldi o en el plácido Zapopan. Quizás  dejarme llevar por los dulces acordes del arpa jarocha en los Portales, o  sentir cómo brinca el corazón con cada nota que arranca el marimbero a sus maderas preciosas una fresca noche en San Cristóbal.
   Quiero lanzarme con las redes vueltas mariposas saliendo de Janitzio, o dormir con la atarraya serena en Palma Sola,  para lavar entre aguas benditas una y otra vez todas mis penas hasta volver con la conciencia limpia, como un niño pequeño.
   Quiero de regreso ese México de los hombres honestos y  luchones; aquel con sus  medias cucharas y albañiles, gozosos como niños cuando dan las doce y sacan el lonche; ellos que cada tres de mayo colocan en lo alto su santa cruz de madera con vistosas flores de papel crepé.
   Quiero mi México de gente sencilla de nobles intenciones, que no vende a su patria por ningún dinero.  Mi suelo bendito que es cuna de valientes, hombres buenos que  hacen música con sus propias pisadas.   Mujeres que llevan en sus pechos y en sus vientres la promesa de vida; ellas que platican y  ríen mientras aplauden divertidas el testal de maíz entre  sus manos…
   Quiero la tierra preciosa de Dios, con sus rezanderas que nunca faltan a  misa de siete, bajo un chal siempre gris, con  su  gastado rosario entre las manos. Ellas, las de la fe    que mueve montañas, y que  llena con milagros de plata sobre terciopelo púrpura todos los altares. Esa fe que se vuelca en veladoras cuyas llamas danzan con cada abrir y cerrar de puertas, y que igual hace en  las peregrinaciones de diciembre con sus mil matachines, o   en  las mandas  a San Juan de los Lagos en febrero.
   Quiero que la libertad, mi niña hermosa, pueda correr libremente a cualquier hora  por calles y plazas; que los estruendos que crucen nuestro espacio no sean otros que los de los cohetes que se encienden  para el festejo del Santo Patrono, o el quince de septiembre.   Quiero que los huesos de mis muertos reposen sin sobresalto, para ir a honrarlos con el sol atrapado en un atado de flor de zempasúchitl cada dos de noviembre. Quiero desterrar mis miedos, la zozobra, los venenos del alma.  
…Que de todas las gargantas salgan sólo risas, y  que los llantos se alejen para siempre.  Que las voces canten, que las letras puedan dedicarse a llamar  al amor y no a otra cosa.   …Que no haya un solo niño huérfano, ni una madre huérfana, ni un abrazo vacío,  por causa de las armas del extraño enemigo maldito que hoy profana tu suelo, cuando nosotros, tus hijos inermes y heridos, nunca le dimos permiso para hacerlo.
   Estos son mis anhelos, estos mis llantos.  Es mi voz que se alza junto a otras mil voces por los callados que la han perdido; los  amedrentados, los amordazados, los paralizados; aquellos secuestrados en sus propias tierras por sus propia gente, ellos que temen hasta respirar y ser oídos por las tropas del mal, y que así han comenzado a morir en el silencio de su propia asfixia.
…Mi voz, junto a mil voces, que se alzan en un solo anhelo que ha de rasgar  en dos el firmamento, en un dolor de parto lacerante, con la promesa en hilo, de un mejor mañana.

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