domingo, 19 de agosto de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

SANS SOUCI
 “Sans souci”: Expresión en lengua francesa que indica un estado libre de   preocupaciones, justo la manera como me sentí durante las tres semanas que pasé en aquel hermoso país europeo.  Con las pupilas llenas de imágenes, de colores, de manifestaciones de vida tan distintas a las que habitualmente percibo en mi propia tierra, la campiña francesa me obsequió un bendito descanso para el alma.  Las aguas del caudaloso río Garonne se hacen presentes bajo simpáticos puentecitos en las diversas poblaciones del sur del país galo, o se vuelven poderoso torrente sobre cuya superficie se desplazan variadas embarcaciones, al llegar a Toulouse,  la ciudad rosa, centro de aquella región de los Pirineos Medios.
   Cualquier mañana es buena para visitar un mercado ambulante.  Mesas de diversas longitudes se montan al amanecer, y para la hora cuando los clientes tempraneros hacen su aparición, muy diversos productos comestibles las han poblado: Coles verdes, blancas o moradas al lado de frondosas lechugas y grandes berenjenas, o delgadas zanahorias de rabo, cebollas, rábanos negros, manzanas o peras.   Me aproximo a uno de los puestos que vende una variedad de champiñones propios de la región; a todos sorprende mi  intención de comerme uno de aquellos hongos crudos.
   Destacan por lo lucido de su presentación los expendios de pato en todas sus formas, ya sea crudo, sazonado o cocido.  Y no se digan los puestos de quesos de vaca, cabra, y oveja,  y  los panes multiformes dulces o salados.   Sin  faltar los encurtidos de puerco, o las golosinas típicas de la  cocina árabe, particularmente los dátiles, higos o dulces de jengibre.  Además de  mesas con productos vitivinícolas propios de la región.
   Alguna mañana nos dirigimos a Samatan, población de los Pirineos Medios, en la cual los lunes se monta un mercado para venta de especies vivas.   Aquel inmenso galerón provoca una primera impresión, el penetrante olor a aves se asocia con una sensación de no alcanzar a respirar, tan denso es el ambiente.  El segundo sentido que se afecta es el oído; pronto comienzan a escucharse graznidos y  cacaraqueos, mezclados con voces de compradores y vendedores, que convierte aquello en una gran caja de resonancia.   El tercer sentido es el de la vista, impresiona la magnitud de aquella monumental venta de aves, a tal grado que dentro del galerón se han estacionado grandes camiones cargados con infinidad de jaulas en las que traen plumíferos de muy diversas variedades.
   Otra especie abundante en aquella venta son los conejos, a cuyas jaulas se aproximan los niños pequeños con la intención de acariciarlos.  Difícil de entender para mí que durante la mañana los chiquillos  consientan a lo que será el platillo para la cena de ese día.
   Durante el invierno en ese mismo pueblo se vende el “foie gras”, preparado de hígado de diversas especies, particularmente de ganso, cuya alimentación se fuerza para tal fin.   Ajena a aquella cultura miro con tristeza a los pocos gansos que  han llevado para  su venta aquel día.
  “Sans souci”: En aquel ambiente tan diferente me olvidé de cualquier otra situación que se hubiera quedado pendiente de este lado del Atlántico; ninguno de los asuntos que diariamente mortifican los sentidos pudo hacerse presente en aquellas latitudes.   Pero claro, no es posible tener un grado de distanciamiento tal en nuestro diario vivir, aunque vale la pena desde esta perspectiva revisar cuántas veces ahijamos problemas ajenos para vivir en sobresalto.
   Tal vez sea parte de nuestra carga histórica, este afán de preocuparnos por diversas cuestiones, aún cuando no nos corresponda directamente resolverlas.  O bien, nos preocupamos en lugar de ocuparnos activamente por su resolución.   Decía un maestro mío que el mexicano es “católico, machista y sufrido”, esto último muy en particular lo asumimos las mujeres, por más que estemos en la época de la igualdad de género.  Nos encanta colgarnos sufrimientos propios o ajenos, y vivir mortificadas como beatas.
   He conocido personas  quienes frente a una situación parecieran no querer hallarle solución, y ante la sugerencia de resolver así o asá el problema, ellas dirán “sí, pero no se puede…”  Y a cada nueva sugerencia surgirá una siguiente negativa, de manera que a fin de cuentas el problema se queda igual, prendido de su vida, misma que se convierte como en árbol de navidad cada vez más cargado con penas propias y ajenas, cual si fueran los adornos del mismo.
   Sano es de cuando en cuando tomar una pluma y un papel y asentar por escrito nuestros problemas, de manera de entender si son reales o imaginarios, y qué solución pueden tener.  Administrar nuestras emociones, sanear nuestros afectos, y renovar los ánimos para seguir adalante.   Vivir lo más “sans souci” que se pueda, aún cuando no podamos  brincar el Atlántico  a cada rato para  hacerlo.
Girasoles rumbo a Samatan, en los Pirineos Medios.

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