domingo, 10 de noviembre de 2013

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



¿Hasta donde creemos lo que decimos pensar?

¿Hasta donde llega la congruencia entre decir y ser?

A diario repetimos frases trilladas intentando hacer creer y convencernos a nosotros mismos de que los valores existen y los vivimos.

El dinero no es lo más importante. La belleza interior es la que importa. Es mejor dar que recibir. La amistad es invaluable...

Buscamos frases inspiradoras que compartimos en nuestros muros, hablamos con nuestros hijos sobre ellas, nos taladran el cerebro en conferencias, libros, los menos socorridos, en las redes sociales.

Aparecen en nuestra vida, ¡suenan tan bien! ¡llegan al corazón! De memoria las sabemos, pero el mundo ha avanzado en sentido contrario, los verdaderos ídolos son personas que con poco esfuerzo logran fortunas, los artistas plásticos que surgen de la nada, los deportistas profesionales que son negociables y que amasan fortunas exorbitantes, a diferencia de grandes personalidades de la ciencia y del arte, del verdadero arte que muy pocos reconocemos.

La cirugía estética es ya casi algo obligado a lo que recurrimos para mejorar la autoestima, ¿el espíritu?... no, ése con verse dentro del envase perfecto no requiere más.

La Madre Teresa habrá sido un ser maravilloso, pero Beyoncé o Lady Gaga tienen mucho más influencia sobre nuestra juventud.

Pregunta a un joven sobre quiénes han sido premios Nobel, qué jóvenes mexicanos han ganado concursos mundiales de ciencia, arte o tecnología, no habrá respuestas, pero puedes preguntarle vida y obra de los jugadores de fútbol, nuestros modelos a seguir, nuestros héroes nacionales.

Los valores se hicieron para vivirlos no sólo para hacer uso de ellos en frases huecas, que entran por nuestros oídos , por nuestros ojos, pero nunca hacen nido en nuestro corazón.

Congruencia en el decir y hacer para convencer.

La ambición, la vanidad, lo superfluo, lo material nos han marcado el destino, requerimos un reencuentro con los valores reales de la vida que han quedado en el fondo de este mar de superficialidad.

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