domingo, 3 de agosto de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

TRASCENDENCIA
En días pasados, dentro de la lucha contra el ébola que ha impactado con mayor fuerza que nunca, falleció uno de los grandes personajes que han trabajado en su combate.  El Dr. Sheik Humarr Jan, joven médico que consiguió salvar muchas vidas de enfermos afectados por esta terrible enfermedad, sucumbió a los pocos días de haberla contraído.
Desde el punto de vista médico preocupa el grado de letalidad del virus, que consigue infectar al personal que toma las debidas providencias para no contaminarse, como es el caso referido.   Aun así cabe destacar algo muy importante,  él fallece en el escenario de una feroz lucha contra un virus muy letal ante el cual sucumbe,  pero deja una gran huella de su paso por este mundo.
Pudiera decirse del Doctor Humarr Jan, que vivió una vida con propósito.  Que  aquello que fuera su proyecto de vida desde pequeño, hasta el último día de su existencia, se cumplió de manera sobrada, y que gracias a que trabajó con pasión por una causa superior a sí mismo, hoy el mundo es mejor que si él no hubiera existido.
Lo anterior viene a colación cuando vemos tantos casos de jóvenes vidas perdidas en el ocio, sin un propósito que las haga trascender.  Vidas  desperdiciadas, como quien quema combustible  en su vehículo  dando vueltas y vueltas sobre el asfalto pero que finalmente no va a ninguna parte. 
Basta con asomarnos a las calles para hallar casos de jóvenes que se comportan con total imprudencia, y que  protagonizan accidentes o pleitos grandes y pequeños.
Basta con echar un vistazo a las redes sociales para hallar manifestaciones de jóvenes enajenados, que emprenden todo tipo de conductas riesgosas, con tal de tomarse la mejor fotografía.
Esta semana acaba de ocurrir en Brasil una tragedia que nunca debió suceder.  Un padre de familia en un zoológico  ayuda a su hijo de doce años a brincar las rejas de contención frente a la jaula de los tigres, induce al niño a introducir la mano para acariciar al tigre y darle de comer, y la fiera, atendiendo a sus instintos naturales, le arranca el brazo al niño.   Todo ello sucede mientras un tercero toma video con el celular.  Cabe señalar que el video no se interrumpe en ningún momento.
En torno a todos estos casos que sugieren la necesidad de llamar la atención del mundo por un instante, amén de las consecuencias que pueda tener hacerlo, se percibe una gran soledad, una escasa autoestima, y un  pobre aprecio por la vida en su más amplio contexto.   Así  tenemos el caso de dos niñas que matan a una tercera supuestamente aconsejadas por un personaje de ficción.  O el caso del niño  ganador de varios premios en Física que mata a una jovencita en una primera cita por una diferencia de opiniones.  O el caso del niño de 12 años en Florida que dispara a la cabeza a un indigente y luego se va como si nada, dejándolo tirado en plena calle.
Una posibilidad es que los trastornos mentales vayan en franco aumento, y otra que   pareciera más factible, es que  nos encontremos actuando de manera irreflexiva, despegados de la realidad,  como si estuviéramos protagonizando una historia de ficción, sin medir las consecuencias de nuestros actos.   Me parece que el mundo actual no nos da  mucha oportunidad de ejercer la introspección, y actuamos como por impulso, dejándonos llevar por el primer pensamiento, sin  tomar en cuenta cuáles  pueden ser las consecuencias de nuestros actos en el mediano y largo plazo.
Don Fidel Velázquez es un personaje único en la historia del México moderno, y su frase aquella de “El que se mueve no sale en la foto”, independientemente de las implicaciones políticas que pueda tener,  resulta de lo más aplicable frente a estos fenómenos sociales.  Tal parece que gran parte de los hechos bizarros que protagonizan nuestros jóvenes hoy en día tienen qué ver con “la foto”.  Como si esperaran hallar en ese “selfie” o en ese video la trascendencia que su propia vida no  consigue darles, o al menos así lo sienten ellos.
Gran parte de esos actos perversos que graban y luego difunden por las redes sociales son una forma de decirle al mundo “¡mírame, soy poderoso!”, porque en el fondo se sienten totalmente marginados y anulados.
¿Pasarán a la historia los chavos laguneros que colgaron un perro del puente peatonal y se tomaron la foto con el pobre can al fondo…? ¿Será este el mayor logro de su vida…? ¿Los llevará a  escribir un capítulo de la historia de México?
Descanse en paz el Doctor Humarr Jan, quien parte después de una  existencia vivida con profundo sentido,  dejando una huella indeleble para la historia. Que su ejemplo cunda.

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