¡Que cosas tiene la vida!
La historia mil veces contada, contada con distintas versiones según quien la cuente.
Saber nuestras historia para reconocer errores y evitar repetirlos, pero si a veces dudamos de cual sea la verdadera historia ¿cómo saber qué fue lo acertado y qué no?
Desde siempre hemos aprendido a apreciar el talento, las virtudes, la sabiduría de los hombres después de muertos, se les honra ya que han fallecido, a unos se menosprecia mientras están vivos, a otros se les margina o se les critica severamente, muchos otros por sus ideales llegan a perder su libertad.
Otros viven a la sombra del anonimato dedicando su vida a lo que después será patrimonio de algunos, admiración de muchos.
Gente que en el cementerio recibe su mayor tributo, poseedores de mentes brillantes, talentos sobrenaturales, aptitudes y cualidades que no los llevan al éxito porque fueron contracorriente, porque su meta era ser y no tener, invisibles para aquellos cuya óptica sólo es capaz de deslumbrarse con el brillo del poder y del dinero.
Únicamente la muerte les reivindica y no su es su vida sino su obra la que los hace inmortales. Ejemplos hay muchos, en contexto social, político, científico no se diga en las artes, desde siempre y hasta hoy en día sigue existiendo esa gente cuya determinación, vocación y pasión por sus ideales los mueve por encima de la ambición material.
Mientras la historia no haga justicia en vida a estos extraordinarios seres humanos, nuestra juventud seguirá tomando como modelos dignos de imitarse a aquellos cuya vida, fortuitamente o con el menor esfuerzo ha sido galardonada con la fama y el dinero.
Honor a quien honor merezca antes y después de su muerte.
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