domingo, 3 de mayo de 2015

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Los adultos no nos damos cuenta muchas veces de lo que estamos dejando en nuestros hijos; actuamos irresponsablemente, creemos que el ser adultos es haber dejado atrás muchas limitaciones, ya podemos usar el lenguaje soez sin hacer distinción del dónde y del cuándo, podemos ingerir bebidas alcohólicas sin límites, fumar, hablar sin respeto alguno a nuestros semejantes.

La adultez nos viene bien si de otorgarnos derechos se trata y no tanto cuando implica obligaciones, es un combo que hoy más que nunca nos cuesta aceptar completo y elegimos solo aquello que nos es apetecible.

Cada vez es menos el tiempo de exposición de los niños con sus padres, menos convivencia y más tiempo dedicados al uso de aparatos electrónicos -tanto los niños como los adultos-.


Cuando bien les va a nuestros hijos el tiempo se invierte en actividades artísticas o deportivas, lo cual definitivamente es bueno pero que ya se ha convertido en excesivo y muchas veces no por la voluntad de los niños, sino por la conveniencia para los padres que requieren cada vez más tiempo para desempeñar su trabajo o bien para las múltiples actividades sociales en las que se ven involucrados. Cada vez más carentes de contacto con sus padres, con los vecinos, cada vez menos tiempo de charlas, de juegos en los que se desarrollaban las emociones, en donde se aprendía a ganar, a perder a competir sin la búsqueda de un bien material.

Los niños de hoy han aprendido a amar a su tablet, y los padres a hacer de ella su mejor aliado. Dichosos los niños que aún son educados, corregidos, amados y protegidos, aquellos que pueden tener la seguridad en sus padres, de padres que siempre encuentran el tiempo para gozar del contacto físico con ellos, de las caricias, de las reprimendas incluso cuando se hacen necesarias.

Afortunados aquellos cuyos padres valoran ese tiempo compartido con ellos y no buscan ser reemplazados por artefactos ni persona alguna cuando no es estrictamente necesario, más aún esos niños en los que los valores son transmitidos por la palabra y sobre todo con el ejemplo.

Los adultos somo actores de una obra y nuestros teatro está abarrotado de niños, no olvidemos que no estamos solos en el mundo y que gran parte de nuestra misión es la formación de generaciones en las que no se pierda el espíritu humanitario, de servicio, el amor al prójimo y todos aquellos valores morales que son los que pueden rescatar a la humanidad y cambiar el rumbo de nuestro destino.

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