LA MADRE DEL AñO
El uso de las redes sociales nos permite un ejercicio de
intromisión dentro de las vidas de otras personas, unas veces al filo del voyeurismo,
y otras tantas de corte muy sano, ya sean las tradicionales noticias de los famosos,
mediante las cuales nos enteramos qué
comen o de qué color son los calcetines que usan, hasta situaciones cotidianas
de individuos ordinarios que al publicarse provocan en nosotros diversas reacciones, desde la diversión jocosa
hasta la reflexión profunda.
Los eventos de esta semana ocurridos en la ciudad de
Baltimore, Maryland, en los Estados Unidos, dan cuenta de que hay cuestiones
raciales que el tiempo no ha logrado apagar, y que como brasas latentes comienzan
a arder al menor vientecillo. Un joven
afroamericano es capturado bajo cargos de posesión de arma blanca, esposado de
muñecas y tobillos y colocado en la cabina de un vehículo de la policía, dentro
de la cual de alguna forma se rueda y se lesiona la espina dorsal; él se queja
y solicita ayuda, pero no es atendido, llegando inconsciente a la estación de
policía. De ahí es llevado al hospital donde fallece una semana después. La
fiscal especializada Marilyn Mosby alega que, para empezar nunca hubo una causa
justificada para el arresto de este joven, lo que agrava la situación de los
seis elementos policíacos actualmente
sujetos a proceso por su muerte.
Volviendo al uso de redes sociales, y con relación al caso
Baltimore se ha vuelto viral el video que muestra a una madre de familia de
nombre Toya Graham, quien se entera de que su hijo está participando en una
manifestación pública en contra de estos policías, se abre paso hasta donde él está,
lo disciplina enérgicamente, le ordena que se quite el pasamontañas, y se lo
lleva a casa. Se trata de una madre
soltera de cuatro hijas y este varón, ella expresa a los medios que le toca disciplinar a
su hijo, y punto. Los comentaristas de
cierto programa televisivo la nombran como la madre del año y lanzan al
aire la consigna: “Que vengan las mamás”, pues verdaderamente mueve a la reflexión la valentía de esta mujer
que no está dispuesta a que su hijo se involucre en ningún tipo de conducta
delictiva. Más de estas madres
quisiéramos frente a los jóvenes que se proponen quebrantar la ley, o gozar privilegios que no se han ganado a
pulso, mediante un falso sentido de dominio, que involucra el sometimiento por la vía de la fuerza bruta.
Más de estas madres auténticas a las que no frenan los
formulismos sociales para hacer valer su jerarquía frente al hijo, una madre
con todos sus órganos bien puestos a la que no le tiembla la mano a la hora de
disciplinar. Aclaro, no es que yo esté a favor de los golpes a los hijos, si ustedes
ven el video entenderán que en ningún momento lo lastima físicamente, lo que
ella hace es imponerse sobre la voluntad del hijo de modo firme e
incuestionable, gesto que yo como madre aplaudo de pie.
Ahora que acaba de pasar el Día del Niño, fecha que de
alguna manera nos lleva a ponernos nostálgicos
recordando nuestra propia infancia, habremos evocado escenas de cuando éramos
pequeños, la mayoría con toda seguridad en ambientes controlados por los adultos
quienes marcaban los límites de todo, y no por ello dejábamos de divertirnos. Era el sistema, nos adaptábamos y aquellas
condiciones estimulaban en mucho nuestra creatividad.
De alguna manera los regímenes educativos actuales son
laxos, permisivos, y no favorecen que el chico pueda contar con un marco
disciplinario que le indique qué sí y qué no se hace en esta vida. Esa actitud blandengue de los mayores
condiciona, lógico, el desarrollo en el niño del pequeño tirano que termina quizás dando
órdenes a los mayores, si no de manera tácita, sí de un modo velado, marcando de
mil formas qué ha de hacerse, cuando él no tiene por razón de su edad la
madurez para determinarlo.
Si el chico no quiere obedecer que no obedezca, y si el
chico quiere gritarnos que lo haga, y si suelta un manotazo, total…Justo aquí
es donde empiezan los grandes problemas sociales generados por individuos acostumbrados
a salirse siempre con la suya, que quieren las cosas a la primera, por el
camino fácil, y como ellos lo decidan.
En gran medida los padres somos responsables de esas conductas
delictivas que se gestan en casa y luego se llevan allá afuera, y que siempre atribuimos de una
forma bastante irresponsable a “las malas compañías”, pretendiendo exculpar,
tanto al hijo como a nosotros los padres.
Necesitamos más madres como Toya Graham. Ahí, en la firmeza disciplinaria en casa está
el cambio que tanto nos urge como sociedad.
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