domingo, 23 de agosto de 2015

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Uno nada en aguas tranquilas y de pronto inadvertidamente sin que algo presagie su llegada una ola gigante nos arrebata la calma, nos arrastra mar adentro, nos impide salir a la superficie, chocamos contra la arena y una que otra roca, no vale afán alguno para librarnos de su fuerza, estamos a su merced.

Pareciera no tener fin salir de esto. Definitivamente el espíritu demuestra fortaleza ante la impetuosa energía del infortunio, se crece, se manifiesta y apoya al cuerpo que flaquea.

Por suerte no faltan esos samaritanos que acuden en nuestro auxilio, esa gente que siempre encuentra el tiempo y la forma de ayudar. Desde donde esté, de la manera que pueda, si está cerca o lejos nos echa una mano, una palabra, un mensaje, esa gente que hace lo que humanamente le es posible para devolvernos la tranquilidad.

Gracias a Dios existe la familia, la amistad, la solidaridad. No sé si de estas situaciones puede uno liberarse por si misma, nunca he tenido que afrontarlas sola, nunca me ha faltado alguien a mi lado en el momento que lo requiero.

Debo decir que estos tsunamis de infortunio de los cuales nadie se libra en esta vida me han hecho naufragar temporalmente, pero al llegar a tierra de nuevo, al hacer el recuento de los daños, no puedo dejar a un lado en el balance la presencia, las palabras, el abrazo, la unión, y todo aquello que surge y me hace fuerte por parte de todos y cada uno de los que siempre están dispuestos a llevarme de nuevo a aguas mansas.

La unión hace la fuerza y una vez más, bien sé que no será la última, gracias a todos ustedes que unidos, en presencia, en pensamiento, en acción, en oración, están conmigo.

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