TEJIENDO
MEMORIAS
Esta semana he tenido
entre mis manos el acervo fotográfico familiar, y a través suyo tuve
oportunidad de transportarme a distintos momentos representativos de mi
historia personal. Desde esas
fotografías impresas en una escala de grises de principios del siglo veinte,
hasta escenas de mi propia infancia en diversas celebraciones familiares. Hallé entre esas imágenes a parientes
cercanos, del modo como los recuerdo antes de que la vejez fuera desdibujando
sus rostros o encorvando su andar. De
igual manera hice un recorrido gráfico por sucesos a lo largo de los casi
cincuenta años que duró el matrimonio de mis padres, hasta que la muerte los
separó. La idea final de esta revisión es
pasar a versión digital todo este material impreso, de modo de preservarlo y
compartirlo más delante.
Esas escenas de los
años sesentas en la ciudad de México, en las que se observa mi abuela paterna
caminando por alguna calle del primer cuadro, o el desenfado con el cual los
grupos de chiquillos de la época, entre los que me cuento, tomábamos las calles
para andar en bicicleta o en patines, sin que ello representara un riesgo
mayor, han pasado a la historia. Las imágenes que hoy se toman de nuestra gente
y de los lugares públicos que frecuentamos, con toda seguridad van a tener una
lectura muy distinta en 50 años, cuando alguien, como hago justo yo ahora,
comience a desempolvar las memorias
familiares.
Dentro de ese ambiente
que se ha ido perdiendo a paso acelerado en los últimos años, hay algo que en
lo personal he resentido mucho, y que durante los años que lleva esta ola de
inseguridad que estamos viviendo, pensé que era una sensiblería de mi parte,
hasta que empecé a encontrar abordajes serios de científicos sociales que
estudian el tema con ganas de entenderlo.
Me refiero a la pérdida de autoestima, o el daño que sufre la misma de
diversas maneras, en este escenario de inseguridad pública.
Un elemento muy
enriquecedor en la formación del ser humano, es que él perciba que es confiable
para otros, y sentir que le reconocen su valía en el grupo social. Hacerle saber a un niño o a un joven que creemos
en él y que respaldamos lo que hace, representa una inyección de confianza y
entusiasmo para su persona. Crecerá seguro
de sí mismo, actuando de manera recíproca para con sus mayores, y motivado a reproducir
esa misma conducta hacia sus iguales.
Cuando hablamos de una sociedad, es el ciudadano quien espera recibir
esa palmada en la espalda para así generar un círculo virtuoso que a todos
ayude, pero contrario a ello sucede que la autoridad parte del principio de
desconfiar del ciudadano, bajo la premisa de asumirlo culpable hasta que el
propio ciudadano no demuestre lo contrario.
Ejemplos cotidianos de esa actitud incriminatoria por parte de la
autoridad encontramos, digamos en accesos a sitios públicos, o en las aduanas
fronterizas y en los aeropuertos, en los que se cuestiona al usuario qué trae,
por qué lo trae, y de qué modo pretende
utilizarlo. Como residente fronteriza
debo explicar el motivo por el que estoy enviando una papelería al interior del
país, así se trate de un compendio de cartas de amor, algo cuya razón final
nunca he entendido…
Es entendible que la
inseguridad haya orillado a muchas de estas reglamentaciones, que de manera
clara dañan la autoestima a la vuelta del tiempo. Sentir que no somos confiables una y otra, y
otra vez, por más que nos esforcemos por hacer bien las cosas, es malo para el
espíritu. De momento no vamos a pedir a nuestras autoridades que humanicen su
actuación, nos conformamos con ver que realmente en los hechos y no solo en el
discurso, comiencen a cumplir a fondo con el trabajo que les corresponde
cumplir, y para el que en general devengan salarios muy elevados que obligan a un desempeño de excelencia, con
eficacia, eficiencia, honestidad y resultados medibles. Ya más delante comenzaremos a exigir que
humanicen su desempeño.
Por lo pronto la
inseguridad en buen grado lleva a medidas que merman la autoestima de cualquier
ciudadano “de a pie” que no cuente con privilegios especiales, de manera que
habrá que trabajar en reforzar la autoestima por otras vías, la del arte es una vía excelente para lograrlo,
de hecho, cualquier actividad que implique conformar pequeños grupos que actúen
a favor de un objetivo compartido, proveen seguridad y acompañamiento, y
refuerzan el sentido de pertenencia.
Deportes, actividades a favor del medio ambiente, de otras especies, o
de personas en situación de desventaja, son maneras para expandir nuestro
círculo cercano y elevar la autoestima, y así poder plasmar una historia agradable
que dentro de medio siglo, cuando revisen archivos familiares, puedan leer con
gusto nuestros nietos.
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