domingo, 3 de enero de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

UN TIEMPO NUESTRO
Inicia un nuevo año, y con él la renovación de nuestros propósitos frente a la vida.  Luego de un alud de buenos deseos que desembocan invariablemente en lugares comunes, todos deseando a todos lo mejor, con muchos estereotipos y frases acuñadas, ahora es momento de colocarnos frente al espejo de nuestra propia historia y plantearnos un proyecto de vida personal  para este año.
   Cuando uno se propone cualquier cambio personal, quizás lo más difícil sea vernos en la cruda desnudez de nuestros errores, esos que quizás podamos ocultar ante la mirada de otros, pero que en el ámbito personal están ahí, como piedra en el zapato, recordándonos momento a momento que tenemos cuentas pendientes con la vida.  De esta manera, lo primero sería enfrentarnos a la verdad sin ambages.
   Por lo común los propósitos de año nuevo tienen que ver con nuestro estilo de vida, de alimentación o de utilización del tiempo: “Ir al gimnasio, comer menos chocolates, dejar de fumar o dormir mejor” suelen formar parte del tropel de buenos propósitos con que iniciamos el año una y otra vez, muchos de los cuales a los pocos meses se han desinflado totalmente, permaneciendo así en la molicie por el resto del año, hasta el siguiente diciembre.
   Un buen modo de definir los propósitos para un período de tiempo es visualizar cómo queremos sentirnos luego de transcurrido ese tiempo.  Es un método de gran utilidad para los jóvenes que se plantean una carrera o un oficio: ¿Cómo te imaginas que estarás dentro de cinco o diez años?... Igual funciona con los propósitos de año nuevo: Más que señalar lo que quiero hacer o dejar de hacer, imaginar cómo me quiero percibir a la vuelta de un año, y luego de ello establecer qué necesito hacer para lograrlo.  Quizás sea más viable plantearlo de esta manera ahora que inicia el año.
   Una de las características de nuestro mundo globalizado es que nos lleva a centrarnos en el “yo”.  Lo que accedemos a través de la red nos lleva a definir y a reforzar de una y otra manera lo que somos, con una tendencia egocéntrica bastante marcada, encaminándonos a no tomar en cuenta ninguna otra cosa que no sea la propia persona.  A la larga por este camino terminamos sintiendo un gran hueco en nuestras vidas, llegando a plantearnos qué sentido tiene seguir viviendo.  Cuando nuestros mayores esfuerzos estuvieron encaminados a la propia persona, pero sentimos que no redituaron, ¿qué nos queda entonces?...
   Desde el momento en que somos seres sociales, nuestras actividades personales trascienden en la medida en que conserven un sentido social.  Si yo me propongo multiplicar mi capital para llegar a ser el más rico de los alrededores, y poder darme cualquier lujo que se me apetezca, y a la vuelta del tiempo siento que no logré los resultados anhelados, viene el abatimiento, mis altas expectativas no fueron satisfechas.  Si de alguna manera yo incluyo a mi propia meta un sentido social, o genero una meta paralela a la muy personal, pero que beneficie a terceros, la sensación de satisfacción llegará, porque mis acciones se orientan a otros.  Para un ejemplo magnífico ahí tenemos la donación de una porción muy importante de su fortuna por parte de Bill y Melinda Gates, para fines altruistas.  Se arrancan esa piel de paquidermo de la codicia que no  permite ni respirar, y comienzan a andar la ruta de la libertad, además de que, indiscutiblemente, ayudan a la humanidad de un modo por demás significativo.
   El presente es un momento ideal para vernos frente al espejo, perdonar nuestros errores, actuar de manera indulgente hacia ellos… Luego analizar y medir nuestro potencial, ser honestos en reconocer para qué somos buenos y qué nos cuesta más trabajo… De modo de plantearnos metas asequibles en tiempo y en habilidades.  ¿Cómo me voy a proponer escalar el Everest si subir una escalera me provoca vértigo?...
   Consideremos que nuestro mundo nos necesita más que nunca, necesita con urgencia las buenas acciones de los hombres buenos.  Ese esfuerzo extra que damos por amor a la humanidad, eso que nadie espera que demos, pero que al obsequiarlo beneficia al mundo en su totalidad.   Tener la valentía para señalar pero claro, no quedarnos en el dedo flamígero que nada bueno hace por el mundo.  Pasar del señalamiento a la acción,  ser proactivos,  proponer,  trabajar,  sumar voluntades por un cambio real y duradero.
   Quiero desear para ustedes que al término del 2016 tengan entre sus manos la cristalización de ese propósito, de ese sueño, pero sobre todo de ese esfuerzo continuado.  Porque aquello que vale la pena en esta vida, tiene un costo, y el costo es la perseverancia, pero claro, el premio que se busca obtener vale todo empeño.

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