UN TIEMPO NUESTRO
Inicia un nuevo año, y con él la renovación de nuestros
propósitos frente a la vida. Luego de un
alud de buenos deseos que desembocan invariablemente en lugares comunes, todos
deseando a todos lo mejor, con muchos estereotipos y frases acuñadas, ahora es
momento de colocarnos frente al espejo de nuestra propia historia y plantearnos
un proyecto de vida personal para este
año.
Cuando uno se propone cualquier cambio personal, quizás lo
más difícil sea vernos en la cruda desnudez de nuestros errores, esos que
quizás podamos ocultar ante la mirada de otros, pero que en el ámbito personal
están ahí, como piedra en el zapato, recordándonos momento a momento que
tenemos cuentas pendientes con la vida.
De esta manera, lo primero sería enfrentarnos a la verdad sin ambages.
Por lo común los propósitos de año nuevo tienen que ver con
nuestro estilo de vida, de alimentación o de utilización del tiempo: “Ir al
gimnasio, comer menos chocolates, dejar de fumar o dormir mejor” suelen formar
parte del tropel de buenos propósitos con que iniciamos el año una y otra vez,
muchos de los cuales a los pocos meses se han desinflado totalmente,
permaneciendo así en la molicie por el resto del año, hasta el siguiente
diciembre.
Un buen modo de definir los propósitos para un período de
tiempo es visualizar cómo queremos sentirnos luego de transcurrido ese
tiempo. Es un método de gran utilidad
para los jóvenes que se plantean una carrera o un oficio: ¿Cómo te imaginas que
estarás dentro de cinco o diez años?... Igual funciona con los propósitos de
año nuevo: Más que señalar lo que quiero hacer o dejar de hacer, imaginar cómo
me quiero percibir a la vuelta de un año, y luego de ello establecer qué
necesito hacer para lograrlo. Quizás sea
más viable plantearlo de esta manera ahora que inicia el año.
Una de las características de nuestro mundo globalizado es
que nos lleva a centrarnos en el “yo”.
Lo que accedemos a través de la red nos lleva a definir y a reforzar de
una y otra manera lo que somos, con una tendencia egocéntrica bastante marcada,
encaminándonos a no tomar en cuenta ninguna otra cosa que no sea la propia
persona. A la larga por este camino
terminamos sintiendo un gran hueco en nuestras vidas, llegando a plantearnos
qué sentido tiene seguir viviendo.
Cuando nuestros mayores esfuerzos estuvieron encaminados a la propia persona,
pero sentimos que no redituaron, ¿qué nos queda entonces?...
Desde el momento en que somos seres sociales, nuestras
actividades personales trascienden en la medida en que conserven un sentido
social. Si yo me propongo multiplicar mi
capital para llegar a ser el más rico de los alrededores, y poder darme
cualquier lujo que se me apetezca, y a la vuelta del tiempo siento que no logré
los resultados anhelados, viene el abatimiento, mis altas expectativas no
fueron satisfechas. Si de alguna manera
yo incluyo a mi propia meta un sentido social, o genero una meta paralela a la
muy personal, pero que beneficie a terceros, la sensación de satisfacción
llegará, porque mis acciones se orientan a otros. Para un ejemplo magnífico ahí tenemos la
donación de una porción muy importante de su fortuna por parte de Bill y
Melinda Gates, para fines altruistas. Se
arrancan esa piel de paquidermo de la codicia que no permite ni respirar, y comienzan a andar la
ruta de la libertad, además de que, indiscutiblemente, ayudan a la humanidad de
un modo por demás significativo.
El presente es un momento ideal para vernos frente al
espejo, perdonar nuestros errores, actuar de manera indulgente hacia ellos…
Luego analizar y medir nuestro potencial, ser honestos en reconocer para qué
somos buenos y qué nos cuesta más trabajo… De modo de plantearnos metas
asequibles en tiempo y en habilidades.
¿Cómo me voy a proponer escalar el Everest si subir una escalera me
provoca vértigo?...
Consideremos que nuestro mundo nos necesita más que nunca,
necesita con urgencia las buenas acciones de los hombres buenos. Ese esfuerzo extra que damos por amor a la
humanidad, eso que nadie espera que demos, pero que al obsequiarlo beneficia al
mundo en su totalidad. Tener la
valentía para señalar pero claro, no quedarnos en el dedo flamígero que nada bueno
hace por el mundo. Pasar del
señalamiento a la acción, ser
proactivos, proponer, trabajar, sumar voluntades por un cambio real y
duradero.
Quiero desear para ustedes que al término del 2016 tengan
entre sus manos la cristalización de ese propósito, de ese sueño, pero sobre
todo de ese esfuerzo continuado. Porque
aquello que vale la pena en esta vida, tiene un costo, y el costo es la
perseverancia, pero claro, el premio que se busca obtener vale todo empeño.
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