domingo, 30 de octubre de 2016

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Definitivamente los tiempos cambian, y las relaciones entre padres e hijos también.

Antes uno no se atrevía fácilmente a rebatir una orden,a contradecir a los padres, a evidenciar su falta de capacidad. Muy poco critícábamos y si lo hacíamos era entre nosotros y en voz baja, hasta hacerlo así nos sabía a pecado.

Nunca se nos permitió juzgarlos, cuando menos exteriorizar el juicio abiertamente, ¡Pobre de aquél que emitiera su opinión acerca de las acciones que tomaran los padres!¿Respeto?¿Temor? No tengo la respuesta, pero si sé que la temeridad de hacerlo tenía sus consecuencias.

Equivocados o no los padres, uno aprendía a obedecer y callar,o a saber que la rebeldía no daría por lo general buenos resultados. ¿Eran entonces mejores padres?,¿La forma de educar era mejor?

Quizá nuestros límites fueron más estrechos, nosotros menos audaces, quizá contenidos en nuestras manifestaciones de rechazo a la autoridad. Quizá por eso quisimos dar a nuestros hijos más espacio, más cariño, más libertad, y el poder de vernos como amigos, como seres imperfectos que están a su nivel y no por encima, quizá no supimos ejercer autoridad y amor con equilibrio, y preferimos ser amados que respetados.

Cada día más los hijos se comportan irreverentes con los padres a más temprana edad. cada día más los padres terminan pidiendo perdón a los hijos y sintiéndose incapaces de poderlos educar.

Los derechos de los niños de defienden por encima de los derechos de maestros y de padres. Hemos ido creando una generación de gente intolerante, que llama maltrato a cualquier manifestación que vaya en contra de la voluntad de un niño.

No somos dioses, simples padres humanos, pero creo que siempre es bueno que exista esa frontera que nos separe y nos dé la suficiente calidad moral para poderlos guiar y ser dignos de su respeto.

Los padres debemos ser mucho más que amigos de nuestros hijos. y eso implica a veces tener que ser vistos como verdugos. Padres que respeten libertades con límites, límites que fortalezcan voluntades. No educar con lástima, no educar con miedo, no cuidar nuestra imagen sino el porvenir de nuestros hijos; por experiencia sé que tarde que temprano uno entenderá cualquier acción que fue llevada por la responsabilidad y el amor de unos padres que solo buscaban lo mejor para sus hijos.

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