CHISPAZOS Y DESACIERTOS
En 1637 René Descartes publicó la que sería su obra más
importante, “El Discurso del Método”, disertación
en torno a la verdad, tratado precursor del
método científico. Está dividida en
cuatro partes, y en la segunda viene un enunciado al que quiero aludir en estos
momentos: “No admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido con
evidencia que así era.”
Lo anterior viene a colación para hablar sobre la propuesta
de enmienda legislativa presentada por el Senador Jorge Luis Preciado
Rodríguez, quien postula que se apruebe la
portación de armas para fines de legítima defensa.
La gran diferencia entre Descartes y nuestros actuales
legisladores, es que aquél se sabía consciente de caminar entre alfileres, y lo
hacía con extremo cuidado, mientras que
nuestros actuales legisladores se sienten poseedores de la verdad última y actúan por chispazos de inspiración, sin un
análisis concienzudo causa-efecto. Este modo de pensamiento no ha sido
privativo de los legisladores, por desgracia gran parte de los programas –y
presupuestos—que han fracasado, parecieran haber tenido este origen: Un momento
de inspiración en la vida de alguien que está en un puesto que le permite acceder a recursos y
ya, se arma el programa “a ver si pega” sin ninguna fundamentación científica,
y para ejemplos hay muchos, por desgracia.
Uno de los grandes males de nuestro México es la
inseguridad; circula una cantidad descomunal de armas ilegales, parte de las
cuales van a dar a manos de los delincuentes que las utilizan para atracar a la
población civil. Esas armas las obtuvieron en el mercado negro, y a éste
muy probablemente llegaron por vía del
contrabando a través de las fronteras.
Ahora bien, en lugar de proponer un programa multidisciplinario que
corte de raíz esos mecanismos de tráfico de armas de fuego, nos vamos a la
punta de la rama a proponer que, al igual que los delincuentes, sea ahora la
población civil la que porte armas para su legítima defensa.
Sé que en Norteamérica se capacita a los jóvenes en el manejo de armas
por parte de la propia Policía, y yo me pregunto: ¿En México quién va a
capacitar a los potenciales usuarios en el manejo de armas de fuego? ¿O iremos
a funcionar como con las licencias de manejo, que se capacite al “ahí se va” y
le damos su primera licencia? Y aquí no puedo dejar de mencionar el anecdótico caso
de mi hija cuando tramitó su primera licencia; había una escuela (“patito”, ya
verán por qué), que se encargaba de aplicar los exámenes y reprobar a todos los
examinados, quiero suponer que habrían reprobado al mismísimo Fittipaldi, para así obligar a pagar el curso de manejo
que ellos mismos daban. Cuando fuimos a
pagar el examen me dijeron que el examinado debía llevar su propio vehículo, a lo que yo
dije, no hay problema, es un carrito estándar.
Cuando escucharon la palabra estándar los dos “maestros” pelaron los
ojos y me dijeron que estándar no, porque no sabían manejar estándar. Claro, mi hija sí manejaba estándar porque me
programé para tener un estándar cuando fuera tiempo de enseñarles a manejar a ella y a su hermano. Decidieron entonces los “maestros” ponerle un examen escrito que, claro, reprobó,
el objetivo final era pagar el curso, se pagó, y el sábado cuando mi hija recibiría dicho
curso la escuela estuvo cerrada, de modo que al siguiente lunes pasó ella a recoger su certificado (de un curso que
nunca tomó), y ya pudo obtener su licencia. ¿Así queremos la capacitación en el
manejo de armas, de aprobarse la iniciativa propuesta por el Senador
Preciado?... ¡Dios guarde la hora!
En países de Primer Mundo la obtención de la primera
licencia implica toda una capacitación, un examen riguroso y un costo elevado,
y cada infracción que acumule el conductor le va restando puntos a su récord,
llegando incluso a la cancelación de su permiso para conducir, de acumularse
muchas faltas. Pero nuestro amado México de inspiraciones, magia y excepciones,
donde todo se puede, se cuece aparte.
Honestamente espero que la iniciativa de este senador no
prospere, porque en verdad que estaríamos metidos en un lío muy gordo que luego
no hallaríamos cómo parar. Más bien es
tiempo de ponernos a leer un poquito, echar mano de los grandes pensadores de
la Historia que tienen tanto qué decirnos, y dejar de apelar a los chispazos de
inspiración divina y comenzar a actuar con seriedad y profesionalismo, apegados
al sentido común y a la razón, revisando antecedentes de otros países, con
voluntad de entender qué mecanismos han producido este problema de inseguridad
que tenemos entre manos, y aplicando medidas que en verdad conduzcan a
resolverlo. Para tiro al blanco en manos
inexpertas, con los puestos de la feria es suficiente.
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