domingo, 6 de noviembre de 2016

CONFETI DE LETRAS POR Eréndira Ramírez


Quizá lo que más nos puede calificar como gente madura, es lograr vencer nuestro egocentrismo. Dejar se sentirnos el centro del universo, la única opinión calificada o la mejor de ellas, considerar que nuestro tiempo, preocupaciones y ocupaciones son lo importante, pedir el respeto a ellas pasando por encima del valor del tiempo y preferencias de los demás.

Sentirnos todopoderosos y mostrar indiferencia hacia los demás, como si no necesitáramos de nadie, porque podemos solos, porque no nos arraigamos al afecto de nadie, porque si nos falta podemos seguir adelante sin mayor problema.

Cuando vencemos ese miedo a aceptar que no todo lo sabemos, a que muchas veces podemos aprender algo hasta de aquél que nos parece el ser más ignorante, cuando no nos asusta una imagen real de nosotros mismos y podemos advertirnos falibles e incompletos, sin desdeñar nuestras virtudes y aciertos, cuando al revisar nuestra vida somos capaces de reconocer que estamos donde estamos gracias a la acción de mucha gente que sin pedir nada a cambio. o en reciprocidad a veces de nuestra acciones. nos apoyó y nos impulsó a vencer obstáculos y nuestros propios miedos.

Madurar es sabernos útiles a veces, y otras incapaces ante las vicisitudes de la vida y hacernos ligeros para no entorpecer el rescate que se nos ofrece para sortear aquellas que nos sean adversas.

Tener fe, en Dios, en la vida, en los demás, sin subestimarlos o considerarnos por encima de ellos.

La vida nos enseña a veces dolorosa o tardíamente que no buscamos la llave de la felicidad en el lugar correcto, por soberbia aparente que a veces lo que realmente esconde es el miedo a aceptar que necesitamos de los demás.

Amar, confiar, reconocer a los demás y a nosotros mismos, sin egocentrismo, con la humildad necesaria para no devaluarnos ni devaluar al prójimo, en eso estriba, creo yo, en gran parte el madurar.

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