domingo, 6 de noviembre de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

PLATÓN Y  JAVIER DUARTE
No suele ser mi estilo profundizar en temas de política, más bien me valgo de algunos de ellos para orientar mi reflexión semanal hacia tópicos que me apasionan y de los cuales pudiera hablar un poco más.  El análisis de la política y de los políticos lo dejamos para quienes sí sepan del asunto y tengan calidad moral para opinar.
   Un tema que sigue dando de qué hablar es la graciosa huida de Javier Duarte, al cual ahora nuestras autoridades no localizan.  Resulta cándido que la SRE haya ayudado al hoy prófugo a preparar los pasaportes de su familia días antes de que él metiera la licencia al cargo. Lo vemos así, con ternura, o lo vemos como parte de toda una maquinación institucional para facilitar su huida.
   Y claro, vienen las consecuencias lógicas de las acciones, Javier Duarte desaparece, todos sus allegados se amparan, y comienzan a surgir de la nada propiedades a su nombre en el estado de México, en la Unión Americana y en España.   El gobierno mexicano, no está en posición de rematarlas para recuperar esos dineros para México, situación que no deja de generar malestar entre los mexicanos, aunque no seamos veracruzanos.
   En estos ratos de profunda desazón, cuando a lo de Javier Duarte se suman actos corruptos y de mala administración de muchos otros personajes públicos, como que se nos arruga el pericardio y nos dan ganas de llorar, más del coraje que otra cosa… Entonces es cuando la literatura resulta sanadora, los textos aletean alrededor de la cabeza, y tomamos alguno de ellos para buscar convencernos de que no todo está perdido.  Así es como llegaron a mi mente aquellos Diálogos de Platón que leí por primera vez en una edición de Porrúa que puso en mis manos de adolescente mi señor padre.  Ahora que los retomo me aboco a leer lo que nos dice aquel filósofo griego acerca de la justicia y me encuentro lo siguiente en su diálogo sobre Justicia y República: “La justicia es la devolución de lo que se debe”, ¡Qué maravilla! Y echa mano de lo que para los cristianos son virtudes teologales: prudencia, fortaleza y templanza, que aplicados a la sociedad representan el pensamiento racional de los filósofos, la defensa a cargo del ejército, y las actividades que tienen que ver con la producción del resto de los ciudadanos, respectivamente.
   En este punto Platón ya me ha provocado una especie de tranquilidad, comprendo entonces que vivir en un país donde emergen de su agujero como topos los personajes que obran de manera contraria a la justicia, no significa que todo esté perdido.  Que el cambio hacia una sociedad justa en todos sus niveles está en nuestras manos, comenzando con educar a los más pequeños.  Educarlos, no con discursos y castigos, sino con el claro ejemplo de nuestra vida cotidiana, que es el mejor maestro.  Esto es, para que un pequeño asimile el concepto pleno de la justicia social, yo como adulto formador debo abstenerme de decir mentiras, de violar normas, de sacar provecho indebido.  En ocasiones ejemplos tan cotidianos como sería tirar a la vía pública un vaso desechable o una servilleta de papel mientras circulamos, está enviando un mensaje contrario a la justicia para esos pequeños que pronto se acostumbran a ello y dejan de percibirlo como violatorio del orden.  Del mismo modo sería ocupar el cajón de discapacitados cuando no lo requiero, aun cuando mi vehículo traiga placas porque en ocasiones saco de paseo a la abuelita.  O decir una mentira al vendedor, o al amigo que llama por teléfono para pedir un favor…de estos pequeños hilos cotidianos se va formando la gran madeja de la que luego salen torvos personajes que tanto dañan a nuestro México.
   Platón y Sócrates manejan los términos de alma individual y alma colectiva.  ¡Y qué poco pensamos en ellos!  Nos queremos convencer de que en esta vida todo está bien, nada está mal, y hay que lograr ahorita por aquello de que se acabe, así que nos lanzamos como el niño “ganón” de la piñata, a no dejar gallina con cabeza.  Y en realidad resulta tan absurdo: ¿Para qué quiero cuarenta carros deportivos de lujo? ¿A qué horas voy a manejarlos todos? ¿Será que siento que me conceden valía porque en patín del diablo o en un modesto sedán no valgo nada?...
   Platón es muy claro al señalar que como base de toda esta concepción de excelencia como sociedad se halla la educación, y en el primer estrato de esta educación se encuentra la familia.  Hora entonces de volver los ojos a la familia, cuna de esa civilización justa que hoy en día parece una utopía inalcanzable.

   En otras circunstancias muchos de nosotros pensaríamos en el suicidio. Para nuestra fortuna existen los libros y a nadie le está prohibido leer –al menos no todavía--, y la literatura está en cualquier biblioteca, esperando amorosa que la procuremos. 

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