domingo, 26 de marzo de 2017

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Antes la vida se cocinaba a fuego lento. Uno aprendía a esperar, esperaba una carta por largo tiempo para tener noticias de quién se encontraba lejos, y lejanía entonces eran unos cuántos kilómetros.

La espera nos hacía tener la ilusión de ese día donde el cartero llegaría a casa y con su silbato nos anunciaría la llegada de la ansiada misiva. Para entonces habríamos leído y releído las cartas anteriores y gozaríamos cada letra impresa que nos daba noticias de aquéllos a quienes no teníamos otra manera de contactar.

El día esperado llegaba y el solo ver el sobre, ya nos hacía liberar dopamina. Repasaríamos una y otra vez cada frase, y nos transportaríamos con la imaginación al lugar donde se hallaba el remitente, sería un momento mágico, Esa persona se había tomado el tiempo de escribirnos, de llevar la carta al buzón y enviarla. Quien nos escribiera realmente se interesaba por nosotros. Tendríamos sus cartas en un cajón o en un lugar especial, sería en ocasiones el único enlace con esa persona o por lo menos durante un tiempo hasta reencontrarnos.

Y como esto, nuestra vida transcurría sin tanta prisa, no había microondas, así que había que esperar a que se cocinara al fuego la comida, en esa espera los aromas de los guisos despertaban nuestro apetito, y nos hacía disfrutar desde antes los platillos preparados en casa. Nada mejor que ver los sartenes y ollas humeantes sobre una estufa invitándonos a deleitarnos con la comida casera. Hasta esa forma de cocinar influía en que nos sentásemos todos juntos a la mesa, la comida estaba lista, después sería un embrollo volverla a calentar.

Aprendimos a esperar, a saber que las cosas se tomaban un tiempo para poderlas disfrutar, que la espera tenía su recompensa y nos hacía valorar más aquello que recibíamos, No había gratificación inmediata y eso nos hizo personas que aprendimos a que es más larga la lucha que el momento del éxito, pero que es en ella donde transcurre la mayor parte de la vida,y por eso la debemos vivir con pasión, plenamente.

La vida de por sí muy corta es para estarla viviendo instantáneamente, si es en la espera de que suceda lo deseado cuando estamos viviendo quizá los mejores momentos de ésta, nuestra historia, me pregunto: ¿Para que tanta prisa?

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