domingo, 25 de junio de 2017

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Si de verdad el hombre anhelara la paz, creo que no sería tan difícil encontrarla. Pero ¿cómo hallar la paz en el mundo, sin iniciar con la búsqueda de nuestra paz interior? No es concebible algo así. Tal parece que nos hemos acostumbrado a violentarnos y a exigir con violencia la justicia, la misma paz.

No tenemos forma de reclamar nuestros derechos, si no es a base de insultos, de actos vandálicos incluso. Dentro de los propios hogares, en las familias, los métodos pacíficos para encontrar la armonía no son tan cotidianos como debieran. La difusión de series violentas, de juegos "infantiles" donde se mata y resulta divertido hacerlo, contribuyen en la percepción distorsionada de lo que son las relaciones humanas, nos hace parecer apetecible la agresión. Doloroso resulta ver que matar es divertido o convertir en héroes y famosos a narcotraficantes, en hacer fortunas con historias que ya de por sí vivimos y nos cuestan tantas muertes y tanta descomposición social.

Hay mucha más gente lucrando con la guerra, que dedicada a buscar cómo lograr la paz. Convivimos con esta ola de violencia, le hemos abierto las puertas de par en par, la hacemos tan cotidiana que ya poco nos asombra.
¿Será que los valores trastocados son ya un trastorno adquirido por generaciones que ahora los llevamos en los genes y los heredamos a las nuevas generaciones? ¿Será, que como en muchos otros aspectos, nos hemos convertido en imitadores de patrones de conducta irreflexivos que repetimos como autómatas, sin mayor análisis, y nos dejamos llevar por la corriente sin ver que nos está aventando a una isla de desolación y de autodestrucción? ¿Será que hablar de paz, de espiritualidad, de fe, ha pasado de moda? ¿O será que con la paz no es posible lucrar?
El ejemplo arrastra, seamos ejemplares dignos de imitar


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