FRENTE AL 2018
Una vez más la vida me da la oportunidad de colocarme frente a un año que termina para evaluar mi desempeño, y frente a uno que inicia para ajustar el plan de vuelo.
Llega el momento de cerrar ciclos, dejar en el pasado lo que
debe quedar atrás como parte de la historia, y que ya no me pertenece.
Estoy frente al tiempo dando gracias a la vida por las 365
oportunidades que me brindó en el año que termina.
Prometo poner mi mejor esfuerzo por hacer una realidad digna
y productiva de cada uno de los días que me toque vivir en el año que hoy inicia.
De frente al tiempo entiendo que la vida es eso, instantes
minúsculos como chispazos en cada uno de los cuales se despliega la opción de aplicar
todo el entusiasmo.
No alcanzaría a identificar lo que hice día a día del año que
hoy termina, aun cuando en su momento haya sido cada jornada la maravillosa
oportunidad de trascender.
Hoy me perdono por aquellos momentos desperdiciados en la
molicie, en la quejumbre, en la procrastinación.
Sé que el tiempo vivido no habrá de volver, y que las
manecillas del reloj avanzan sin detenerse, por más que queramos que no suceda
así.
Pero he aprendido a ser indulgente con mis propios errores
para no estancarme.
Sé que en este inicio de año estoy más cerca del final
último de lo que estuve hace doce meses, y que nadie más que yo tiene en las manos
las riendas de mi vida.
Deseo despertar cada mañana consciente de la realidad del
tiempo, de modo de vivir cada día como si fuera el último.
Hoy me encuentro frente a mi propia persona, valorando qué
se ha cumplido de mi plan de vuelo particular.
Sé que los sueños son muchos, los proyectos varios y el
cumplimiento sujeto a evaluación. No
puedo quedarme en buenas intenciones, porque así no se avanza.
Este es el momento de medir qué llevo en la mochila de viaje,
y en qué medida esos recursos apuestan al cumplimiento de mi proyecto de vida.
Es la ocasión de evaluar si continúo por la misma ruta o si habré
de rectificarla. También es ahora cuando
debo medirme frente a lo que tengo y lo que quiero lograr.
No hay peor error que aferrarse a un sueño sin plantarse de
cuando en cuando como juez imparcial de su cumplimiento.
Porque entonces sucedería como en arenas movedizas, ir hundiéndonos
más entre mayores intentos hacemos por avanzar.
Frente a mi propia persona hoy es el tiempo de agradecer la
mano amiga que se extendió cuando más lo necesitaba; la palmada en la espalda
que me animó y la palabra de aliento que alentó mi marcha.
Agradezco también al amigo que tuvo la valentía de señalarme
mis errores, y al que se abstuvo de falsas alabanzas que tanto daño hacen.
Del mismo modo es ahora cuando estoy en obligación de medir
hasta qué punto he correspondido a la vida esas bendiciones con mi actitud, mi
lealtad y mi generosidad.
Sé que me hallo en un cruce de caminos y que me corresponde
en este preciso momento colocarme frente al futuro, en disposición de medirme con
respecto a la mejor versión de mi propia persona: ¿Lo estoy intentando en
serio? ¿Me voy pareciendo a esa versión, o por el contrario, me voy alejando de
lograrla?
Quiero desarrollar una mente despierta que sepa asombrarse
con las pequeñas cosas. Unos sentidos
conectados con la existencia para disfrutar la vida de la mejor manera.
Quiero hacer del mío un corazón abierto y generoso que sepa
amar. Uno que se desprenda del egoísmo
paralizante para prodigarse en beneficio de quienes lo necesitan.
Quiero construir un proyecto de vida incluyente, que aparte
de mí y los míos pueda beneficiar a otros, para lograr con ello encaminar mis
propósitos por los cauces que el
Todopoderoso tiene para mí.
Quiero recordar ahora y siempre que el amor inicia por los
de casa, para de este modo evitar descuidar
lo propio por atender lo ajeno.
Quiero llegar a sentir esa bendita sensación de esforzarme
por ser mejor, para compartirlo en la alegría de un corazón gozoso.
En apego a la
justicia, no me ha de alcanzar la vida para agradecer tantas bendiciones como
las que he recibido a lo largo del año que hoy termina.
Así, de este modo, quisiera que se me presentaran las
oportunidades para ejercitar el corazón en el delicado arte de amar.
Con la convicción de que son los pequeños actos que cada uno
de nosotros lleva a cabo, los que hacen de la vida algo maravilloso.
Que logre sembrar huellas que a otros orienten, para que mi
andar no sea estéril.
Que mis palabras tengan un sentido, que alegren, consuelen, sanen.
Frente al 2018 me planto para decir sí a la vida, sí a los
retos que me presente, sí a la ocasión de acercarme más al plan divino que el
buen Dios tiene para mí, en la confianza de que sus designios son sabios.
Hoy y siempre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario