FALACIA DIGITAL
En la actual época digital es notable el modo como los medios audiovisuales influyen en la formación de opiniones. Con base en lo anterior se explica que las
figuras públicas destinen carretadas de dinero para la creación de la imagen
que habrán de vender al mundo. Nuestros
políticos no han sido la excepción, y vemos con dolor la enorme cantidad de
recursos que se han distraído de rubros de primer orden para pago de productos que
pretenden construir una imagen pública que
les retribuya en convicción, popularidad
o votos.
Estamos a tal grado inmersos en esta cultura audiovisual,
que difícilmente alcanzamos a percatarnos de la incongruencia que llega a haber
entre la realidad y la proyección. Nos
hemos acostumbrado a creer en el valor de la imagen como si fuera una verdad
absoluta, sin reparar en mayor medida en
lo que hay detrás, que bien pudiera ser todo lo contrario.
Dos de los autores que más hablan sobre la cultura digital y
sus variantes, Zygmunt Bauman y Gilles Lipovetsky enfatizan respecto a este
fenómeno que tiene que ver con la disociación entre imagen y contenido, y
nuestra tendencia como usuarios a inclinarnos a favor de la imagen, concediendo
al contenido menor importancia de lo que se debería. Hay muchos ejemplos de distinto orden, pero
esta vez me permitiré valerme de uno reciente y muy dramático para ilustrarlo:
Durante la semana que termina se dio a conocer un caso de
extremo abuso físico y psicológico ocurrido en California. Se trata de 13 niños
y jóvenes que eran mantenidos encadenados, privados de afecto y de suficiente
alimento, y que además eran torturados
por sus propios padres. Estas
condiciones de maltrato crónico se
fueron agravando con el tiempo, hasta que hace 4 años los sujetaron a sus
camas, primero mediante cuerdas y posteriormente –por el intento de huída de
uno de ellos—con cadenas y grilletes. La
edad del mayor es de 29 años y de la más pequeña 3 años. Todos, a excepción de la más pequeña,
mostraban claros signos de retraso en peso, talla, socialización y desarrollo
intelectual. David y Louise Turpin de 56
y 49 años de edad, padres de los afectados, además de la sujeción ejercieron
muchas otras formas de tortura como fue mantenerlos despiertos todas las
noches; en muchas ocasiones no autorizarles ir al baño; forzarlos a hacer una
comida –escasa- al día; permitirles bañarse una vez al año, y algo que me
parece inconcebible, comprar alimentos apetitosos que dejaban cerca de ellos
sin que pudieran probarlos, o bien el
hecho de que ambos padres consumían esos productos frente a sus hijos quienes
solo miraban…
Todo lo anterior sucedía de manera cotidiana sin acaso
levantar sospechas por parte de los vecinos. A raíz de que se pusieron al descubierto las
condiciones infrahumanas en que vivían los 13 hijos, circularon diversas publicaciones de redes
sociales en las que aparece la familia luciendo feliz, tanto en Disneyworld
como en Las Vegas, a este último lugar fueron en el 2016 con todos los hijos para
renovar sus votos matrimoniales. Hoy quise
revisar unos datos, pero me topo con que ya no es posible acceder al Facebook
del matrimonio, cuando antes de que lo bloquearan, había unas 40 fotografías de
la familia completa en distintas poses y momentos, vendiendo al mundo la idea de
una familia bien integrada que disfrutaba y se divertía.
El retraso en peso, talla y desarrollo psicomotor de los
hijos ya estaba presente en el tiempo en que se publicaron esas fotografías,
sin embargo no es muy evidente en las imágenes, que además presentan el evento
social, no el médico. El gravísimo
problema ya estaba allí, pero los padres lograron enmascararlo de muy diversas
maneras, y los hijos –que vivían en pánico, según refiere la que logró escapar
e hizo la denuncia—no fueron capaces de delatar nada. A la serie de razonamientos falsos que
existen y que se conocen como “falacias”, agregaríamos esta nueva bajo la
premisa de: “Lo que se ve no se cuestiona”, para destacar el peso que llega a
tener una imagen, al punto de inhibir nuestro juicio crítico.
A la fecha ambos padres se han declarado inocentes de
tortura y maltrato, y por lo pronto se les ha fijado una fianza de 12 millones
de dólares a cada uno. Las fotografías
de su detención los muestran, a él con su cabello lacio y largo “de cazuela”,
poco expresivo, y a ella con un gesto contenido o extraviado, según quiera
interpretarse. Ambos se convierten ahora en personajes siniestros, cuando hasta
hace poco pasaban por un matrimonio feliz y amoroso. ¡Paradojas terribles de la vida!
Sirva este dramático ejemplo para alertarnos con relación al
valor relativo que tienen las primeras
impresiones, y la necesidad de hacerlas acompañar de elementos adicionales,
antes de emitir un juicio.
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