domingo, 19 de mayo de 2019

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

La vida me ha dado la oportunidad de compartir con muchas mujeres la maternidad, además de haber tenido la fortuna inigualable de disfrutar inmensamente la propia.

Diferentes formas de percibirla, distintas maneras de cumplir con la responsabilidad que implica ser madre, pero llevadas todas con un sentido humano, quizá uno de los vínculos donde el amor es el sentimiento más auténtico que una a los seres humanos. 

Maternidad no solo implica el concepto de procrear, sino de ser capaces de hacernos responsables de otro ser y darle las herramientas para que lo sea por sí mismo. Quizá el mayor mérito para una madre es ver que su hijo logre la autosuficiencia y lo haga imprimiendo en su vida aquellos valores que a través de la forma muy particular que tiene cada una de nosotras de educarlos, les intentamos imprimir, pero sobre todo que alcance con ello la meta principal que debe tener nuestra vida, que es ser feliz. 

Maternidad implica más que un instinto, un cúmulo de emociones que dan satisfacción, que crean compromiso, responsabilidad, quizá una de las que da mayor placer, así como temor de no saber estar a la altura y cumplir con aquella misión que implica el guiar a un indefenso ser que llega a nuestras vidas, y que marcará su destino. Nada fácil cuando nos contemplamos en este contexto, asumirnos capaces es obligatorio. Ninguna será ajena a cometer errores, habrá que asumirlos, en la medida de lo posible enmendarlos, implementar estrategias para suplir deficiencias, y ante todo, amarlos, amar a los hijos y buscar en ese amor la fuente que les de fuerza y la luz para encontrar su camino, y saber acompañar, guiar tan solo a la medida que nos sea requerido, para no sobreactuar en nuestro papel protector y con ello evitar que nuestros hijos alcancen la madurez suficiente, para afrontar los retos que les ofrezca la vida. 

Maternidad, no significa sacrificio, pero si entrega y renuncia a satisfacer solo necesidades personales, no es situación meramente biológica, sino psicológica, emocional, instintiva, que no requiere de procrear, sino de criar, educar, amar y guiar a un ser humano con el que se crea una relación simbiótica sin igual.

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