domingo, 29 de septiembre de 2019

Palabras de amor de un padre a su hijo fallecido. Fragmento de Gerardo Álvarez.

Cuando un padre entiende la misión para la que su hijo vino al mundo, el dolor sale de su nicho, comienza a desplegar las alas, para después volar.

Un hijo que fallece continúa siendo nuestro hijo, solo que vive del otro lado de la vida. Aún cuando esté físicamente ausente, seguimos amándolo con igual intensidad, y es allí donde se convierte en nuestro maestro de vida, porque nos muestra el AMOR INCONDICIONAL, que antes de su partida era completamente invisible. 
          Después de transitar los primeros tiempos (el duelo) llega un hermoso hecho: trascendimos al sufrimiento (no lo superamos), para descubrir que el AMOR INCONDICIONAL es más poderoso que la muerte y la ausencia física; que la noche oscura terminó y se alumbra como una noche de luna llena. Nuestra conciencia evoluciona y nos damos cuenta de que el cimiento de ese dolor es:
          AMOR INCONDICIONAL que vive en lo más profundo de nuestro ser, que es latente y que no tenemos que callarlo, aniquilarlo, ignorarlo o enmudecerlo. Todo lo contrario: sacarlo, dejarlo salir, que se vea, se sienta, se experimente, se aliente, se comparta y se regale a manos llenas. Lo hacemos porque existe y es fértil, sigue dando dulces frutos cada día, y puede ser el generador de hermosas obras de Amor, inspiradas en los hijos nuestros que se adelantaron. Que hoy se hallan en ese lugar donde un día los encontraremos y tendremos mucho que contarles.

Agradezco a Gerardo su confianza y decidido apoyo para esta publicación.

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