domingo, 29 de diciembre de 2019

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Dicen que nadie muere mientras viva en nuestros recuerdos, y cierto es. Sin embargo cuando mueres en vida para alguien, esto resulta totalmente al contrario. Cuando alguien decide tu muerte en vida, generalmente es por desilusión, por resentimientos, por sentirte culpable, lo seas o no de su infortunio o su dolor. Porque le resultas tóxico, en fin, deciden tu muerte, la asumen y ni siquiera la lloran, la agradecen. El duelo sabe a liberación.

La muerte te redime, te ennoblece, te eleva a rangos que a veces la vida no permitió, te da permanencia en los afectos y la memoria. Es quizá cuando morimos, que surge nuestra mejor versión. Pero morir en vida, no es deseable para nadie, menos cuando ni siquiera conoces las causas de tu defunción. Ojalá que nunca fuera así, pero creo que nadie escapa de vivir alguna vez esta situación.

Cuando alguien decide declararte muerto en vida, a lo más que aspiras es a que te ignore, porque quizá si te recuerdan sea con desagrado y hasta con rencor, y en vez de convertirte en ángel protector, serás mortal que acecha con hacerse presente alguna vez. Ello es por demás indeseable y contrario al anhelo y esperanza, que siempre tenemos de un reencuentro con los seres queridos que dejan este espacio terrenal.

Nada más doloroso que sentir que te matan en vida, sin embargo, he visto a muchos con la fortaleza de sobrellevarlo, comprenderlo, perdonarlo, y esperar incluso resucitar a tiempo, antes de que en definitiva la muerte impida un reencuentro, donde se tenga la oportunidad de oír tan siquiera un porqué.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario