FRENTE AL TIEMPO
Fin de año: un cruce de caminos. Momento para detener la marcha, medir el
rumbo de los propios pasos y reorientar el destino.
Ocasión de plantarme ante el reloj para evaluar el año que
concluye. Definir lo que ahora soy, en contraste con lo que fui hace justo un
año. Todo ello frente al yo ideal que pretendo alcanzar.
Las horas del año que fenece huyen escurridizas, como
evitando el momento de llevar a cabo
este examen de conciencia, de cara al que debe de ser el juez más estricto: mi
propio yo.
Quiero medirme por el cumplimiento de los propósitos que me
planteé hace doce meses. Hasta qué punto
culminé en hechos lo que me prometí. Las buenas intenciones son como una
alfombra de hojas secas colocada encima de una oquedad de muerte. Al momento de
pisarla, nos hundimos.
…Ocasión de determinar si aquello que pretendí hacer por los
demás, partió del amor propio. Si supe
prodigar lo necesario para mí, antes de salir a tender puentes más allá de mi
propia persona. Cuidando para que no
sean puentes sin anclaje, que se vendrían abajo.
Hoy requiero evaluar si mis acciones han nacido de la
auténtica generosidad, alejadas del bullicio escandaloso de la autocomplacencia. Determinar si mis pasos fueron silentes y mi
boca discreta.
Es tiempo de medir cuánto he aprendido de la vida, a través de
sus variados maestros: La naturaleza; los libros; los ancianos; los niños; los
compañeros de camino que guían mi ruta; los que van a mi lado. Cada uno posee su propia verdad de la cual mucho
se aprende.
Deseo saber cuántas horas
he pasado en la labor de dominar algo nuevo, y cuántas he desperdiciado
rumiando asuntos que me son ajenos, y que finalmente no me corresponde
juzgar. Entre más noble el corazón, más ocupada
la razón, y más gentil la lengua.
Hoy es el mejor momento para evaluar el nivel de gratitud, hacia todos aquellos que me han
permitido llegar hoy a este cruce de caminos: En primer lugar Dios; la familia que me trajo al mundo y la
que me sostiene; las manos que trabajan porque yo pueda tener lo necesario en
tiempo.
Quiero dar gracias por los amigos transparentes y leales,
cuya presencia es bálsamo gozoso. Mediante
su acompañamiento entiendo cómo es que el cielo se vale de algunos seres
humanos, para hacerse presente en la vida de otros, de la mejor manera.
Así mismo quiero dar gracias por quienes me han hecho
trastabillar y dudar. A través de sus
acciones puse a prueba mis recursos, y
aprendí a conocerme de un modo aún más profundo. Hoy los bendigo por ayudarme a crecer.
Gracias doy a la vida por la palabra, vehículo que me
permite expresar ideas y sentimientos. Espejo
frente al cual aprendo más de mi propia persona y de la vida. Medio a través del que he procurado tocar la
vida de otros. Difícil saber si lo logré, así que me ocupo en seguir
intentándolo.
Frente al tiempo y la muerte, entiendo que nuestro paso por
este mundo es transitorio, y que en cualquier momento la vida se interrumpe,
así nada más, sin pedir permiso. De este
modo nos corresponde amanecer cada mañana con la capacidad de asombro del niño
pequeño, para vivir a profundidad. Y al caer
la noche, irnos a dormir con la serenidad bendita de un bebé de brazos,
habiendo cumplido por ese día.
Para el tiempo que venga, quiero aprender a recibir cada jornada
como quien recibe el mejor regalo. Hacer
de ella una oportunidad de crecimiento, y una vez que transcurre, cerrarla con
santa alegría.
Quiero enfocarme en los aspectos positivos, y desestimar
aquellas cosas que no siempre salen como se espera. Que no sean motivo de
pesadumbre.
…Aprovechar todo momento como ocasión para descubrir cosas que vuelvan la vida más rentable, de
modo de invertir lo que soy con entusiasmo, y recibir réditos que acrecienten
mi gozo.
Quiero tener la capacidad para sustraerme de la vorágine consumista,
para recordar que lo mejor de este mundo tiene un valor tan alto, que no se
mide en pesos y centavos.
Darme a la tarea de agradecer cada bendición que llega a mi
vida. Hacerlo de manera oportuna, sin escatimar, evitando caer en la soberbia
actitud de quien cree que todo lo
merece.
Cada día que pasa estoy más cerca de la meta final. No
quiero que ésta me sorprenda con la mochila vacía, sin haber aprovechado el
tiempo en prepararla.
Que el paso de los siguientes meses vuelva dócil mi corazón
y prudente la razón, hasta entender que los apegos anclan, tanto así, que
llegan a impedir al espíritu elevar el vuelo.
Termino el año con una sonrisa de agradecimiento, e inicio
el nuevo con una más de entusiasmo: Por
la vida y la oportunidad de ser más feliz cada día, del tiempo que me sea
prestado. Quiero poder desarrollar al máximo un firme propósito: Aprender el arte de
vivir justo así, con el gozo inagotable de los niños pequeños.
¡Feliz 2020!
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