Estas palabras las escribí unos meses antes del fallecimiento de mi mamá en el 2010. Dan cuenta del legado que una madre deja sembrado en el corazón de sus hijos:
Melita ha comenzado a despedirse. De manera discreta, así como ella ha sido
siempre, preocupada por no molestar con sus preparativos de viaje a quienes
lleva en su corazón.
Ha ido levantando
sus arreos personales; los ha colocado en una de las petacas antiguas que le
dejó su mamá. Luego de cerrarla entregó
la llave a mi hermana Mónica, de las tres hijas la que ha estado a su lado
durante todo este largo proceso.
La vida se ha ido retirando
poco a poco de su cuerpo, la va dejando sumida en una paz de niño que muchos
quisiéramos para descargar nuestros afanes de cada día. Duerme, se puede decir que con placidez, como
un bebé recién nacido.
Hay en su figura una
serenidad que ella ha labrado giro a giro para su última travesía. Aquélla de quien ha cumplido con la vida y
con Dios, y puede partir sin aspavientos.
Sus pensamientos
están en paz, acomodados uno a uno en los casilleros de su historia personal. Las memorias que hicieron de ella una mujer
extraordinaria, creativa y llena de
vida.
…La mejor hermana; la mejor amiga; esa madre amorosa que
siempre supo estar al lado de cada una de sus hijas…
…Pero sobre todo la esposa ideal que sólo el hombre más
afortunado pudo sacarse en la lotería de la vida, jugando con la mejor
combinación.
Hoy su espíritu ya está
del otro lado, más allá de retos y preocupaciones. Ha superado la mayor parte de los eventos que
hay que enfrentar en la existencia.
Su cuerpo va pidiendo poco a poco la merecida tregua, y comienza así, a apagar uno a uno los motores vitales, para dejarse llevar por el vaivén de las olas hasta el puerto seguro que se vislumbra al otro lado del llanto.
Nos va quedando el hueco que causa su partida, pero
conservamos lo más importante, su esencia.
Nos duele ver cómo la alegría se ausenta de su cuerpo; a estas alturas
ya no logramos arrancarle una sonrisa, o convencerla de que cante “alegre
gallito”.
Lo que sucede es
que en nuestro empecinamiento no alcanzamos a entender que ahora su alegría ya
está rozando otra dimensión; su risa y su canto han migrado para ser
compartidos con quienes esperan ansiosos su arribo, y ya se alegran de vislumbrarla
a la distancia.
Nos deja como gran
herencia el amor a la vida. Nos enseña
que a los seres queridos se les acompaña en las buenas y en las malas, pero
sobre todo en las malas, cuando el amor convierte a quien socorre en
instrumento divino en manos del Creador.
…Cuando la palabra es la necesaria medicina; la caricia el
bálsamo que sana, y la presencia viva la mejor vacuna contra el abatimiento.
Nos hereda un
legado de gozo por las cosas pequeñas, las de cada día: El sol; la lluvia; la
mañana; las flores; las estrellas; los amigos. Grandes recuerdos de las
navidades; los cumpleaños; los domingos, y los viajes en familia.
Queda para nosotros
un enorme testimonio de creatividad: Lo hecho durante ochenta y cinco años por
unas manos inquietas que transformarían cualquier materia prima en una obra
hermosa, pero sobre todo unas manos generosas que arroparon cualquier ansia por
aprender sin la mínima expectativa de ser correspondida.
Melita nos avisa que ya llega la hora; a la distancia entre
la bruma parece que escuchamos la sirena del barco que habrá de arrancar de
nuestro lado su ser físico.
Adivinamos que muy
dentro de ella hay regocijo por abordar ese navío que habrá de conducirla a la
vida prometida con que el padre amoroso premia a sus buenos hijos.
Melita, gracias por
tu vida; por tu amor; por tu entusiasmo.
Gracias por tu creatividad; por tu tiempo; por tu alimento espiritual.
Gracias por tus
preocupaciones; por tus desvelos; por tus llantos de madre. Gracias por tu fe; por tu honestidad; por tu
firmeza de espíritu.
Gracias por ser;
por impulsar; por apoyar. Gracias por
conciliar; por callar; por perdonar. Por
tantas cosas que supiste guardar en tu corazón de madre.
Nos quedamos con
todo lo bueno que has depositado como provisiones en nuestras mochilas de viaje. Te ofrecemos no abandonarlo; por el
contrario, ponerlo a trabajar hasta ver que fructifique en un acto de justicia
a la vida.
Albergamos como
nuestras todas tus enseñanzas. A lo
largo del día, cuando haya que enfrentar cualquier reto, sea este grande o pequeño, sé que llegarás a susurrar un consejo, una
sugerencia…
Guardamos entre
maderas preciosas tu voz y tu risa; tus oraciones, y cada una de tus
lágrimas. Hacemos un ovillo para
depositarlo en el centro de nuestro pecho y sentir la cálida presencia del amor
de Dios.
Trataremos de
abarcar desde el corazón la etapa del camino que hoy emprendes; dejar de lado
nuestro necio dolor personal y alegrarnos por ti, que puedes llegar al final
del camino como tú siempre has sido: Hermosa, auténtica, y prendida de la mano
del Creador.
Dios
te ha bendecido, de ello no nos cabe la menor duda. Hoy le pido que nos conceda voluntad y
entereza para andar un camino recto y
bueno, a través del cual podamos ganarnos el pasaje para el ansiado reencuentro… Entre tanto, guárdanos en tus oraciones.
Gracias por todo,
mi Melita hermosa. ¡Feliz viaje!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario