domingo, 1 de agosto de 2021

PROSA POETICA de María del Carmen Maqueo Garza

 


Una vez al año, siempre en julio, mi Lili florece.  Lo hace como por milagro, de un día para el otro.  Abre la primera de sus flores, que yo llamaría “centinela” y a lo largo de la siguiente semana va abriendo una por día, hasta que termina.  Para el último día, las flores se marchitan y van cayendo.  La planta sabe desde sus entrañas, que toca entonces esperar de nuevo doce meses, para vivir ese milagro maravilloso del florecimiento.

Al inicio de este año le tocó además la helada del pasado invierno.  Sus hojas, ahora de un verde espectacular, lucían amarillentas y lacias, por más que traté de proteger la planta del frío extremo.  Poco a poco, al paso de las semanas, comenzó a recuperarse hasta regresar a ser ella misma, la de siempre.

Los humanos hemos olvidado volver la vista a la naturaleza para entender las leyes que rigen a  los seres vivos.  Parece que ignoramos la idea de que estamos sujetos al tiempo; cumplimos ciclos y al final los cerramos.  Maravilloso poder entenderlo año con año con la gracia de mi Lili, regidas, ella y yo, por la sabia mansedumbre del mundo natural. 

Aprender a aprovechar el tiempo es, de todas, quizás la lección más valiosa, que invita a no caer en la molicie. Cada minuto que parte, jamás va a regresar, porque la vida no admite segundas ediciones.

Gracias, Lili maestra, por la lección 2021.  Que en tu larga vida sigas brindando enseñanzas a todo aquel que voltee a verte cada mes de julio. Un verdadero privilegio.

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