domingo, 2 de abril de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


HUMANISMO REAL

El panorama es desolador: Un grupo de migrantes encerrados en lo que llaman “albergue” del INM en Ciudad Juárez. Un fuego que inicia dentro de las celdas y que pronto se propaga para terminar en casi cuarenta muertos y alrededor de una treintena de heridos. Lo que está contemplado como una estación temporal se había convertido para varios de los detenidos, en reclusión a largo plazo. Hay un video indignante en el que se observa a los custodios pasar repetidamente frente a la reja de acceso a las celdas mientras el fuego avanza dentro; lo hacen con total indiferencia, como si de un incidente menor se tratara. Si no fuera por ese video que se coló, la narrativa probablemente hubiera sido distinta, una versión más fácil de digerir. Aunque, hay que decirlo, el discurso oficial señala al detenido que inició el incendio, como el directamente responsable. Se desestima que el grupo estaba bajo custodia del Estado en instalaciones del gobierno federal.

Doloroso es constatar, esta vez en mayor escala, la forma como se han corrompido las instituciones que, al menos en teoría, están ahí para poner orden en asuntos migratorios. Los mexicanos conocemos que, a lo largo del territorio nacional, los grupos de migrantes van siendo carne de cañón. Las tácticas son muy variadas, pero finalmente diversas instancias van exprimiendo los recursos de esos aspirantes a llegar a Norteamérica. Lo hacen una y otra, y otra vez, de forma por demás descarada. Lo vemos en las líneas foráneas, en cómo se organizan en torno a un “coyote” quien les facilita los elementos clave para avanzar sin ser molestados por las autoridades. Muchos de ellos habrán desembolsado varios miles de pesos en sobornos antes de alcanzar las ciudades fronterizas, para toparse con esto: retenes y aprisionamientos que les coartan la intención de llegar al vecino país, quizá hasta con la muerte. Casos hay muchos, modos de morir también.

El gobierno de la 4T ha afirmado que se acabó la corrupción. Como si con anunciarlo se cumpliera. Su dicho denota que no conocen a fondo lo que sucede allá afuera. Que no han salido a interactuar con los directamente afectados por las grandes redes del crimen organizado. Se permite el flujo de migrantes de otros países a lo largo del territorio nacional de manera irresponsable. México aceptó acoger o retener a los aspirantes aquí en nuestro país, sin una planificación previa, suponiendo con candidez que “donde comen dos comen tres”. Por años se deja a su suerte a alrededor de dos millones de hombres, mujeres y niños que se convierten en víctimas del gran negocio de tráfico de personas, algo que puede culminar, no es de sorprender, en tragedias como la de hace una semana.

En un sistema piramidal de jerarquías, las acciones de los subordinados son responsabilidad directa de sus superiores: en primer término, del superior inmediato, y en un segundo momento del superior general. En México las cosas ocurren de otra manera, o como popularmente se dice, se pretende barrer la corrupción de abajo para arriba, lo cual no permite que se resuelvan los problemas. Se sanciona y se sustituye a los operarios de la base de la pirámide, pero pronto el problema original va a repetirse, porque las estructuras están viciadas.

Frente a lo recién ocurrido las instituciones se culpan una a la otra: en este caso la Secretaría de Gobernación y la de Relaciones Exteriores. Ocupadas en otros menesteres, ninguna acepta hacerse responsable de los derechos humanos de los migrantes. En ese peloteo de responsabilidades va pasando el tiempo, hasta que las cosas se olvidan por cansancio. Como médico que alguna vez atendió pacientes calcinados en el servicio de urgencias, les aseguro que ese olor tan característico no se olvida nunca. Aún hoy puedo recordarlo al tiempo que me invade una sensación de desasosiego, como la que sentí hace más de cuarenta años, cuando una explosión produjo la muerte de varios hombres jóvenes cuyo estado me tocó valorar. Se necesitaría mucha indolencia para subestimar algo tan terrible.

Viene otra arista del asunto: La seguridad de la estación migratoria estaba a cargo de una empresa privada que no se regía sola, sino bajo las órdenes del encargado de la estación por parte del INM (Instituto Nacional de Migración). Volvemos al punto inicial: la responsabilidad última y directa es del Estado, puesto que fue en instalaciones de la Secretaría de Gobernación donde ocurrió el siniestro.

Si no es ahora, no será nunca: Las autoridades de los países involucrados en la migración, están obligadas a convocar a reuniones que conduzcan a entender los orígenes del fenómeno, plantear estrategias conjuntas y generar acuerdos multinacionales. Ejercer un humanismo real, de fondo, a través de los hechos.

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