domingo, 28 de mayo de 2023

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Tengo la fortuna de tener un hijo varón, mi primogénito, mi debut en la maternidad. De reconocer el amor incondicional más pleno a un hombre, en el amor a un hijo. Todo un reto en su formación, para evitar sobreproteger, para evitar que un cariño materno desbordado lo asfixie y le impidiera llegar a ser independiente.

Ternura y firmeza que se alternan en su educación, aprender un lenguaje concreto, sin pláticas circunstanciales que por cuestión de género le abruman. Tener límites para las expresiones de cariño en público, para no avergonzarlo, pero siempre darle la oportunidad de permitirle manifestaciones de ternura como cuando fue una criatura. Que su adultez no le limite la expresividad de sus sentimientos hacia su mamá, y que me llame "ma" y ese simple vocablo me llegue al alma.

Mi hijo varón, el niño que conservo en el corazón, el adulto que se ha forjado como un hombre que va dando testimonio de lo que sus padres sembramos en él, y de mucho más que su propia personalidad y habilidades le han hecho lograr. Tener un hijo varón es un reto a lograr, imprimirle seguridad en su masculinidad, sin que lo confunda con machismo, y amor y respeto por la mujer. Mantenernos cerca de su corazón, como madres, sin ataduras que le impidan volar. Haberle imprimido en el alma la necesidad de complementar su vida con el amor a una mujer, en donde la fidelidad, el respeto y la tolerancia le permitan encontrar una unión que le dé estabilidad, armonía y paz.

La crianza de un hijo varón, es hacer gala de temple y amor, ingredientes que en la justa medida hagan de él un hombre digno, respetable, y respetuoso. Que sea capaz de encontrar la felicidad dentro de sí mismo y que, sin egoísmos, esté dispuesto a compartirla con quien la vida le dé la oportunidad de coincidir.

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