UNA MISMA NAVE
El mensaje emitido por la Presidencia de Norteamérica con
motivo del Día de Acción de Gracias me resultó altamente inspirador. Da cuenta de una nación que, más allá de las personales
convicciones de los individuos, trabaja
por la unidad. A pesar de vivir en una
ciudad fronteriza por varias décadas, la
fecha no es tan representativa como resulta para muchos otros. Con seguridad ellos pertenecen a familias que
se han dispersado a través del Río Bravo y comparten muchas tradiciones. No es mi caso, a pesar del tiempo que tengo
en esta ciudad.
Habiendo dicho esto, me quedo con una reflexión en mi
interior: México ha sido un país que nació mestizo de origen. Los pueblos originarios mezclaron su sangre
con la de conquistadores españoles para
dar pie a una nueva raza, llamada por Amado Nervo “raza de bronce”, poseedora
de rasgos de uno y otro lado del Atlántico para conformar una identidad única,
que tradicionalmente ha descollado en el arte, artesanía, gastronomía, y
minería, por citar algunas. Ese
mestizaje de origen que se fundió en un color de piel como el bronce, dio
magníficos resultados desde hace poco más de medio siglo. Para la Unión Americana la inmigración tuvo
otros patrones, tal vez más tardíos y segmentarios. Los pueblos originarios quedaron limitados o
desaparecieron, y las influencias fueron fundamentalmente europeas, en
particular británicas, y ya más delante
de pueblos cuyas raíces se hallaban en el continente africano y el asiático.
La integración de poblaciones procedentes de otros puntos
geográficos en la Unión Americana, al momento actual, se antoja más armónica
que lo que sucede en México. La 4T ha
apelado a marcar diferencias cada vez más notables en terrenos en los que,
hasta hace algunos años, lográbamos armonizar sin problema. La polarización y el enojo nos ha puesto unos
contra otros, y nos impele a tomar partido.
La idea de procurar un entendimiento entre dos posturas distintas es
vista como traición a la patria, orillando a asumir posturas maniqueas. Como las películas de indios y vaqueros,
somos “buenos” o “malos”, sin un natural término medio. Y es a partir de esas posiciones extremas
como se busca conducir al país. Al que
ha tenido menos oportunidades se le victimiza, y al que ha tenido más se le
señala con dedo de fuego. Viene a mi
memoria aquella frase atribuida a Abraham Lincoln sobre el sistema económico. Sabiamente
dice: “No se puede ayudar al pobre destruyendo a los ricos”.
El ideal de justicia de una nación lleva implícito el
reconocimiento a las necesidades de todos los ciudadanos. Parte del libre ejercicio para la mejora de la
economía doméstica de las familias, siempre y cuando se desarrolle en un clima
de ética y respeto. Además, es menester
tomar en cuenta que todo derecho lleva su correspondiente deber. Tal es el caso del pago de impuestos,
obligaciones fiscales frente al estado, que nos permite gozar los derechos que marca la
Constitución. Un sistema en el cual unos
aporten para que todos reciban, no es autosustentable en el largo plazo, pues
los recursos terminan por agotarse.
Además, hay que decirlo, el llevar a cabo un trabajo para obtener un
salario, permite al individuo sentirse realizado como persona. Abona a su dignidad y amor propio.
Cualquier sistema político llevado al extremo es
perjudicial. El Capitalismo llevado al
extremo ha condicionado élites con un gran potencial económico sobre una base
poblacional limitada en recursos
financieros. La forma de resolver la
ecuación radica en capacitar, con
particular énfasis en los ciudadanos de
esos estratos económicamente más débiles, con el propósito de que mejoren sus
condiciones de vida. Procurar que por
ellos mismos salgan adelante en forma progresiva, hasta convertirlos en
ciudadanos capaces de emprender lo propio.
Este 2023 el jueves de Acción de Gracias me ha dejado una
importante enseñanza: Es menester cohesionarnos como sociedad; conocer y reconocer
lo que somos y tenemos; enorgullecernos por ello, y comenzar a salir de ese
marasmo emocional con ocasionales brotes sulfurosos, para integrarnos como
nación. Una nación con raíces,
principios, valores y propósitos, para la cual el límite sea el que ella misma
se proponga desde dentro y no a partir de condiciones externas. Un crisol de ciudadanos distintos, capaces,
propositivos, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos para el bienestar de
todos. Y así como los estadounidenses
dan gracias en una fecha específica por sus condiciones de vida, poder nosotros
comenzar a agradecer nuestra cuna mestiza, con todas sus maravillosas
potencialidades. Que lejos de estar
enfrentándonos como hemos venido haciéndolo, encaminarnos en la búsqueda de
acuerdos, dado que todos vamos en la misma nave.
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