lunes, 27 de noviembre de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

UNA MISMA NAVE

El mensaje emitido por la Presidencia de Norteamérica con motivo del Día de Acción de Gracias me resultó altamente inspirador.  Da cuenta de una nación que, más allá de las personales convicciones  de los individuos, trabaja por la unidad.  A pesar de vivir en una ciudad fronteriza  por varias décadas, la fecha no es tan representativa como resulta para muchos otros.  Con seguridad ellos pertenecen a familias que se han dispersado a través del Río Bravo y comparten muchas tradiciones.  No es mi caso, a pesar del tiempo que tengo en esta ciudad.

Habiendo dicho esto, me quedo con una reflexión en mi interior: México ha sido un país que nació mestizo de origen.   Los pueblos originarios mezclaron su sangre con la de  conquistadores españoles para dar pie a una nueva raza, llamada por Amado Nervo “raza de bronce”, poseedora de rasgos de uno y otro lado del Atlántico para conformar una identidad única, que tradicionalmente ha descollado en el arte, artesanía, gastronomía, y minería, por citar algunas.  Ese mestizaje de origen que se fundió en un color de piel como el bronce, dio magníficos resultados desde hace poco más de medio siglo.  Para la Unión Americana la inmigración tuvo otros patrones, tal vez más tardíos y segmentarios.   Los pueblos originarios quedaron limitados o desaparecieron, y las influencias fueron fundamentalmente europeas, en particular  británicas, y ya más delante de pueblos cuyas raíces se hallaban en el continente africano y el asiático. 

La integración de poblaciones procedentes de otros puntos geográficos en la Unión Americana, al momento actual, se antoja más armónica que lo que sucede en México.  La 4T ha apelado a marcar diferencias cada vez más notables en terrenos en los que, hasta hace algunos años, lográbamos armonizar sin problema.  La polarización y el enojo nos ha puesto unos contra otros, y nos impele a tomar partido.  La idea de procurar un entendimiento entre dos posturas distintas es vista como traición a la patria, orillando a asumir posturas maniqueas.  Como las películas de indios y vaqueros, somos “buenos” o “malos”, sin un natural término medio.  Y es a partir de esas posiciones extremas como se busca conducir al país.   Al que ha tenido menos oportunidades se le victimiza, y al que ha tenido más se le señala con dedo de fuego.  Viene a mi memoria aquella frase atribuida a Abraham Lincoln sobre el sistema económico. Sabiamente dice: “No se puede ayudar al pobre destruyendo a los ricos”.

El ideal de justicia de una nación lleva implícito el reconocimiento a las necesidades de todos los ciudadanos.   Parte  del libre ejercicio para la mejora de la economía doméstica de las familias, siempre y cuando se desarrolle en un clima de ética y respeto.   Además, es menester tomar en cuenta que todo derecho lleva su correspondiente deber.  Tal es el caso del pago de impuestos, obligaciones fiscales frente al estado, que nos permite  gozar los derechos que marca la Constitución.  Un sistema en el cual unos aporten para que todos reciban, no es autosustentable en el largo plazo, pues los recursos terminan por agotarse.   Además, hay que decirlo, el llevar a cabo un trabajo para obtener un salario, permite al individuo sentirse realizado como persona.  Abona a su dignidad y amor propio.

Cualquier sistema político llevado al extremo es perjudicial.  El Capitalismo llevado al extremo ha condicionado élites con un gran potencial económico sobre una base poblacional  limitada en recursos financieros.  La forma de resolver la ecuación radica  en capacitar, con particular énfasis en  los ciudadanos de esos estratos económicamente más débiles, con el propósito de que mejoren sus condiciones de vida.  Procurar que por ellos mismos salgan adelante en forma progresiva, hasta convertirlos en ciudadanos capaces de emprender lo propio.

Este 2023 el jueves de Acción de Gracias me ha dejado una importante enseñanza: Es menester cohesionarnos como sociedad; conocer y reconocer lo que somos y tenemos; enorgullecernos por ello, y comenzar a salir de ese marasmo emocional con ocasionales brotes sulfurosos, para integrarnos como nación.  Una nación con raíces, principios, valores y propósitos, para la cual el límite sea el que ella misma se proponga desde dentro y no a partir de  condiciones externas.  Un crisol de ciudadanos distintos, capaces, propositivos, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos para el bienestar de todos.   Y así como los estadounidenses dan gracias en una fecha específica por sus condiciones de vida, poder nosotros comenzar a agradecer nuestra cuna mestiza, con todas sus maravillosas potencialidades.  Que lejos de estar enfrentándonos como hemos venido haciéndolo, encaminarnos en la búsqueda de acuerdos, dado que todos vamos en la misma nave.

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