La alacena agrega la idea de almacenaje. Animal acumulador de cosas, el hombre las atesora olvidando el paso del tiempo. El acomodo se convierte en una reunión de objetos discordantes cuya lógica de yuxtaposición pertenece exclusivamente al coleccionista de piezas de significado hondamente personal. Las alacenas de Mercedes Murguía muestran esa afición por unir elementos inconexos, si bien la amalgama plástica se hace con innegable armonía, ya que el espacio de cada cuadro es un experimento para crear relaciones rítmicas de formas, planos y volúmenes.
La mirada repasa cada uno de los objetos representados, los cuales convocan a todos los sentidos: rosas perfumadas, vinos oscuros, texturas de telas bordadas con preciosura, frutas de opulento colorido. El peso de los materiales agrega diversidad a las imágenes: cobre, barro, cerámica, cera, ixtle, vidrio, algodón, madera, yute, piedra, papel, peltre. Cada uno de ellos nos recuerda que nuestras emociones están ligadas al poder de la materia.
Lo añejo y lo cotidiano es la manera como Mercedes Murguía interpreta el devenir y la permanencia. Los objetos perduran en su materialidad mientras el tiempo irremisible transcurre. Esta idea nos atrapa cuando captamos que cada objeto representado puede ser un documento de nuestra historia. Entonces la visita se vuelve nostálgica porque en esa gama diversa habrá más de un componente que despierte la memoria de un suceso olvidado, habrá más de una escena que reafirme nuestra pertenencia a este mundo.
Al final, el arte se trata de la vida humana. Una imagen religiosa, el almanaque con un cromo de Jesús Helguera, el molino de café, la naranja a medio pelar, el candado herrumbroso, el morral listo para emprender el viaje. Todo cobra un sentido profundo en la plástica de Mercedes Murguía."
Texto de la inspiración de la poeta Margarita Aguilar en 2015 con motivo de la exposición "Lo añejo y lo cotidiano" de Mercedes Murguía, quien, lamentablemente, perdió la vida esta semana. DEP
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