domingo, 10 de noviembre de 2024

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 DERROTEROS DE LA IMAGINACIÓN

Una de las grandes facultades que distinguen a la especie humana es la imaginación.  A través de ella podemos soñar, crear conceptos y formular pensamientos que más delante habrán de cristalizar.  Como todo, la imaginación tiene su lado oscuro, que no pocas veces condiciona grandes problemas.

Todos los seres humanos experimentamos a lo largo de nuestra existencia momentos grandiosos, son los “Kairós” de los que ya hemos hablado, vivencias casi mágicas que se despegan del tiempo cronometrado para trascender.  En gran medida dichas experiencias tienen que ver con la imaginación; aquello que concebimos en nuestra mente y ahora se vuelve realidad tangible.  De igual manera habrán de presentarse momentos desagradables, que no empatan con lo que habíamos imaginado, lo que provoca profunda desazón.  Cuando eso sucede hay quienes se quedan anclados al momento desgraciado, ponen en pausa su vida y no parecen dispuestos a salir del hoyo.   Visto desde la imaginación es un darle vueltas a lo que es contraponiéndolo frente a lo que esperábamos que fuera, o lo que debió haber sido, o lo que sentimos merecer y no nos está concediendo la vida… Plantamos nuestra dolorosa realidad frente al escenario que nos sugiere la imaginación y nos frustramos.

Malaurie es una chica fantástica que conocí en el verano.  Lo que más admiro de ella es su capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.  Lo hace con singular pasión, sacando el máximo provecho de cada experiencia.   Encaja perfectamente en esa sentencia que reza: “Si la vida te da limones, haz limonada”. Es un alma vieja. Pese a su juventud posee la sabiduría de apreciar a profundidad el momento presente e imaginar qué puede hacer para disfrutarlo al máximo, con toda la creatividad puesta en la tarea. Podría decirse que valora lo que hay en este momento, sin detenerse a pensar en lo que no hay, o lo que hubo, o lo que podría haber habido.

La imaginación llega a ser nuestra plataforma de despegue de donde parten las mejores concepciones rumbo a hacerse realidad.  Casi en paralelo, puede convertirse en un pozo sin fondo donde va a dar nuestra vida cuando no ponemos la voluntad al frente de nuestro proyecto de vida.  Situaciones complicadas tenemos todos; sería imposible colocarlas en una balanza para saber quién tiene más que quién, pero finalmente lo fundamental no es ponernos a medir los males, sino ejercitar la disposición para superar –una a una—las dificultades del camino.

Un cuento maravilloso de Marguerite Yourcenar habla de un anciano pintor oriental Wang Fo, y de su ayudante el joven Ling, a quienes el Emperador “Amo Celeste” mandó aprehender.  Conforme los soldados lo llevaban casi en rastras hacia el palacio imperial, Wang Fo no dejaba de admirar el paisaje, los bordados en las mangas de sus captores y las figuras caprichosas que se formaban en los charcos que cruzaban por el camino. Para ese entonces el viejo sabio y su ayudante Ling habían ido vendiendo todo lo que poseían para subsistir y para seguir adquiriendo materiales como pinceles y polvos para pintar, de modo que el anciano siguiera haciendo arte. Incluso el joven Ling llegó a robar comida para su amo, de manera que pensó que aquella detención tenía que ver con el delito cometido.  Ya frente al emperador, y a pregunta del viejo, quedó expuesta la razón: El mandatario había crecido entre los lienzos de Wang Fo, en un enclaustramiento que lo mantenía aislado del mundo exterior.  Cuando finalmente tuvo la edad para salir a conocer lo que había más allá de palacio, su decepción fue singular.  Nada era tan hermoso como Wang Fo lo había plasmado en sus lienzos.  De esta manera el emperador decidió aprehenderlo, dejarlo ciego y amputar sus manos, a manera de venganza por la decepción sufrida.

Como última tarea antes de ser sacrificado, el mandatario ordenó al viejo pintor terminar una obra que, según él, había quedado inacabada.  El anciano se puso a pintar un mar de jade azul y una barca, tan reales, que terminaron por convertirse en medio y en vehículo mediante los cuales Wang Fo y su discípulo Ling lograron escapar de la maldad del emperador.  Todo el relato sirve para describir la forma como el viejo siempre halló el modo de disfrutar de lo más pequeño y ser creativo, con toda la pasión, para hacer de su vida algo único.

Frente a historias como la aquí narrada podemos llegar a la conclusión que el disfrute de la vida es más producto de la voluntad que de las circunstancias, y que, en incontables ocasiones, dichas circunstancias que de inicio se antojan insalvables, pueden ser modificadas.  Y si no modificadas, sí vividas para construir con ese material llamado “realidad” algo único que favorezca disfrutar –con lo que hay-- el regalo de la vida.

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