Mientras más vivo, más ausentes tendré que extrañar. Aprenderé a esta coexistencia con la muerte que no se puede soslayar. A sentirlos distinto, pero siempre sentirlos, acariciada por los recuerdos, abrigada por el cariño que nunca se llevan con ellos, que permanece y alimenta mi alma, que inspira, trasciende y es energía vital.
Unida a los ausentes, a mis muertos, que al llamarlos así solo me refiero a ese estado de transición en que deja de latir su corazón, pero su recuerdo sigue haciendo acelerar la marcha del mío. No me han dejado amargura por más dolor que su pérdida me haya causado, sobreviven en mi las mejores memorias de cada uno de ellos, detalles sencillos, grandes ocasiones, lágrimas, sonrisas, abrazos, frases, convivencia, que marcaron en gran parte mi vida. Mis amados difuntos, mis cariños perecederos, envasados en mi alma sin fecha de caducidad.
Gracias por haber sido, gracias por seguir siendo la savia que fortalece mi existir.
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